III

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¡Gente bonita!

Llegamos a la última parte de este one-shot... nuestra primera colaboración de Nayen y mía en coautoría para el mundo Cherik. Espero sea de su agrado y pues, a seguir amando a esta parejita que es hermosa en todo sentido.

Disclaimer: Los personajes de X-men son propiedad de sus respectivos autores.

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Por supuesto que te haré daño, por supuesto que me harás daño. Por supuesto que nos haremos daño el uno al otro. Pero esta es la condición misma de la existencia. Para llegar a ser primavera, significa aceptar el riesgo del invierno. Para llegar a ser presencia, significa aceptar el riesgo de la ausencia.

El principito, Antoine de Saint-Exupéry

III

Erik detuvo el fuerte movimiento de vaivén que hacían sus caderas. Se impulsó hasta instalarse hasta el fondo en el interior de Charles. Una vez ahí, acogido en su cálido cuerpo, usó la fuerza de sus brazos para alzarlo mientras se sentaba, quedando con él en su regazo.

Charles seguía sujeto a su cuello, pero en la nueva posición le pasó también las piernas alrededor de las caderas. Juntaron sus frentes, sin dejar de mirarse fijo a los ojos. Erik sentía su corazón galopar contra su pecho. Tenía miedo, maldita sea, claro que lo tenía. Aceptar que estaba enamorado era abrir voluntariamente un punto débil en su armadura. Era arriesgarse a vivir otra vez un Auschwitz. Por eso Erik se había alejado la primera vez. Pero él ya había aprendido que no podía volver a alejarse de él.

—Charles Xavier, también te amo —confesó en un susurro débil y temeroso—. Creo que desde siempre, desde el primer momento en que te vi. Tú... Tú moviste mi mundo, lo pusiste de cabeza. O más bien yo estaba de cabeza y fuiste tú quien me puso derecho. —Erik rio—. Me mostrarte otra forma de vivir, me hiciste darme cuenta que yo también podía tener ideales y aspirar a algo más que una venganza ciega. Me diste un lugar en el mundo. —Presionó sus labios contra los de Charles, de pronto necesitándolo con demasiada urgencia, y apretó los brazos que le rodeaban la cintura—. Ich liebe dich.

Por primera vez en su vida, Charles se sentía completo; había crecido dentro de una familia rota, y aunque creció rodeado de amigos que lo apreciaban y estimaban, con sus libros y con hambre de conocimiento, de alguna forma siempre había estado la espina del vacío. O eso sintió hasta que conoció a Erik. Él definitivamente le cambió el mundo y la perspectiva de su vida. Se conmovió con sus recuerdos, se le erizó la piel al sentirlos y experimentarlos como una segunda vida; por eso, cuando hace unos momentos, ese hombre, quien todos juzgaban no tenía sentimientos, le dijo esas bellas palabras, fue como llegar a un plano astral completamente único.

Recargó su frente en el hombro derecho de Erik, inhaló el aroma tan masculino con ese toque de sudor que amaba. Sentir tan dentro el miembro de Erik, saber que en ese momento no sabían dónde terminaba uno y comenzaba el otro, fue todo lo que necesitó para sentirse feliz.

—Erik, me haces tan feliz... juro que podría morir así, aquí... contigo —susurró y después de eso, repartió besos en su clavícula y cuello—. No necesito nada más.

Movió sus caderas, con el fin de retomar el movimiento. Lo único que quería hacer era eyacular gimiendo sin fin el nombre del hombre que amaba.

Erik sintió a Charles impulsarse con las piernas, subiendo y bajando muy lento. Lo sostuvo de la cintura, enterrando los dedos en su piel suave, y cerró los ojos. Había dejado caer la cabeza hacia atrás y había abierto la boca para que Charles pudiera oír con claridad todo lo que le hacía sentir.

El secreto de sus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora