Capítulo 1. El campamento Thurmond

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        CUANDO ERA NIÑA, VI MORIR A ALGUIEN POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA, JUSTO FRENTE A MIS OJOS.

Mi primo Harold, de diez años, y yo jugábamos en el parque aquella tarde, subiendo y bajando por el tobogán, riendo y chismorreando, hablando sobre las tantas profesiones que queríamos hacer cuando fuésemos grandes. Yo estaba por bajar por el tobogán cuando Harold aterrizó, pero en el momento en que me deslicé para llegar a él, la sonrisa se le borró de repente.

Yo no sabía qué hacer, así que una risa nerviosa salió de mí.

—¿Harold?

Pero él no respondió. En cambio, frunció el ceño como si pensara en algo con los labios abiertos.

—¿Qué? ¿Ya es hora de irnos, Harold?

Sin embargo, la única respuesta que tuve fue una leve exhalación, los párpados se le cerraron... y cayó hacia atrás.

Y no se movió.

Enloquecí, asustada, e intenté despertarlo, pero Harold estaba sumido en un sueño bastante profundo. Estábamos solos en el parque, por lo que no había nadie a quien pedir ayuda a menos que fuese yo en busca de ella. Así que corrí a mi casa sin importarme que la falda se me subía mientras corría, lo más importante era que había dejado a mi primo desmayado y solo en ese parque, pero cuando mis tíos y mi mamá fueron a buscarlo, papá no me permitió ir con ellos, acorralándome con preguntas. Yo jadeaba, sin aliento alguno, y estaba desesperada por saber qué le había ocurrido a mi primo.

Sin embargo, cuando la verdadera noticia llegó, me costó varios minutos asimilarlo.

—El primo Harold... se ha ido, Vivy.

Se ha ido.

Me pregunté si se fue de viaje y no me había avisado, o si se fue de excursión de repente o algo por el estilo. A mi mente nunca le llegó la idea que de por "irse", mi mamá se refería a morir. Ella sabía de estas cosas porque era una cardiocirujana, pero cuando le pregunté cuál había sido la causa para que su corazón le haya fallado, simplemente me dijo que se enfermó.

Luego, días después, en el colegio, fue que escuché sobre la enfermedad neurodegenerativa idiopática aguda en adolescentes.

O, ENIAA.

Todo empeoró.

En las semanas siguientes, algún niño de mi escuela sufría el mismo golpe repentino que mi primo y... moría. También sucedía con mis vecinos. Luego comprendí que todos ellos sufrieron de la ENIAA, al igual que Harold, y con eso, mi madre me sometía a una dieta de medicinas y mi papá jamás me dejaba sola, siempre atento a cualquier efecto secundario de los medicamentos u otra cosa. Un mes después, tras el gran número de niños fallecidos, los Centros para el control y prevención de enfermedades enviaron una lista de síntomas, explicada en cinco puntos, para ayudar a nuestros padres a saber si sufríamos de ENIAA o no.

Al mi madre ser una cardiocirujana, a veces hablaba en aquel lenguaje tan culto y preciso de la ciencia que no podía evitar calmar mi curiosidad y preguntar, a veces para saber sobre qué significaba esto o para saber sobre algunas enfermedades cardiacas. Para ése punto de mi vida, era capaz de reconocer casi diez mortíferas enfermedades del corazón, qué las causaba, las consecuencias si sobrevivías y los tratamientos. Empezaba sonar como una mini doctora de cardiología.

Por eso mi madre me leyó la lista de síntomas, pues como siempre andaba con mi padre no solo él podría darse cuenta, sino yo también.

« 1. Su hijo/a se muestra repentinamente malhumorado/a y retraído/a y/o pierde interés por actividades que antes le gustaban.

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