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Desde el primer momento, a la abuela le gustó Bakugo; un chico de la misma edad que Eijiro. Su carácter no era algo que le entusiasmase de él, pero el porqué de su llamada de atención hacia aquel joven rubio era bastante simple.

El pequeño Kirishima no pasaba por unos momentos precisamente felices. Cuidar de su madre y de la tienda no le hacían para nada bien. Acababa sus jornadas reventado del ritmo que conllevaban éstas.Muchas noches, nada más rozar la cama, caía rendido y dejaba que su mente viajase entre los sueños.

Por eso la mayor de la familia quería que tuviese un compañero, para que al menos cargase con toda esa responsabilidad acompañado de alguien de su edad, alguien que tuviese su misma edad. Estaba claro que su padre o cualquier otro miembro de su familia no le iba a entender igual que alguien con sus mismos años. Después de todo, no tenía hermanos y su primo más pequeño tenía veintiséis años.

En una cena en la que todos estuvieron reunidos, incluida Kano, la abuela dijo que ya tenía un elegido para aquel puesto de trabajo.

Kano solo pudo asentir cabizbaja.

—Se llama Bakugo Katsuki. Tiene la misma edad que tú, Eijiro.

—Eh... Perdona, madre... —intervino uno de los hermanos del padre del pelirrojo—, ¿no cree que es un poco precipitado contratar a alguien tan joven? Es decir, probablemente nunca haya trabajado y no tenga experiencia.

La anciana simplemente largó una carcajada y se dispuso a explicarles la situación de la familia Bakugo.

Bakugo Mitsuki, la madre del quinceañero rubio, se presentó con él a la entrevista de trabajo. Ella le contó a la abuela Kirishima que, debido al fuerte carácter de su hijo, decidió que no le vendría mal que empezase a trabajar para aprender un poco de disciplina. Mientras tanto, el pequeño de la familia Bakugo simplemente gruñía ante los comentarios de su madre.

—"¡Vieja bruja, deja de inventar cosas sobre mí!" —imitaba la abuela a Katsuki mientras reía—, así le decía a su madre mientras hacía pequeñas explosiones en sus manos. Él decía que solamente quería el trabajo por demostrarle a su madre que podía hacer de vendedor sin problemas, que era demasiado simple para él -suspiró sonriendo—. Si él supiese...

Y ahí es cuando Katashi se levantó de un salto de su silla.

—¡Madre, esto es de locos! —gritaba—. ¡Estamos pasando por una situación así y tú escoges al primer niñato malcriado que pasa por tus ojos!

—Cariño, para... —intervino Kano tomándole del brazo—. Seguro que tu madre tiene una buena razón para elegirle...

El hombre acabó por sentarse con la respiración algo entrecortada. A partir de esa escena, nadie se atrevió a abrir la boca por lo que quedaba de cena.

Eijiro no sabía por qué su abuela había elegido a ese chico, pero confiaba en ella, así que no le dio muchas vueltas, a diferencia de Katashi, el padre del pelirrojo.

Se negaba a trabajar con un tipo de persona así. Necesitaba a alguien maduro, que supiese lo que hiciese. Después de todo, él también estaba cansado. La baja de Kano también le afectó, pero por nada del mundo le enseñaría a su hijo ese estado de ánimo. La razón no era orgullo ni mucho menos. Era porque no quería que él cargase con algo más. "Suficiente tiene con la situación que estamos viviendo", se decía.

Esa noche, después de varias semanas, durmió entre los brazos de Kano, y se dio cuenta de que hacía semanas que no dormía tan bien.

Mientras tanto, Katsuki se encontraba en su cuarto, tumbado boca arriba en la cama mirando al techo. A pesar de que decía que podía hacerse cargo de aquello, era su primer trabajo, estaba nervioso obviamente. Sólo quedaba una semana para que empezase a trabajar.Para despejar sus ideas y dejar en blanco su mente, decidió ir a dar un paseo por un parque cercano.

Gran error.

Después de andar un tiempo decidió sentarse en un banco dentro de aquel parque. Veía pasar a pocas personas. Algunos niños volvían a casa con sus padres, parejas paseaban cogidas de la mano, ancianos caminaban despreocupadamente, entre otros. En el ambiente se respiraba calma y paz, hasta que llegó la tormenta.

Un gran villano hizo aparición cayendo de la nada sobre el asfalto del parque, aboyándolo. La tranquilidad de los presentes se vio perturbada, los cuales se quedaron inmóviles. Aquel hombre parecía un monstruo salido de una auténtica película de terror. Tenía la cuenca de un ojo vacía y varias de sus extremidades estaban convertidas en cuchillas enormes.

Katsuki se paralizó ante aquella escena. Él quería ser héroe pero aún no tenía ninguna formación como para saltar a la acción. Aun así, decidió hacerlo. Hasta que una mano agarrándole del hombro le frenó.

—¡Por favor, evacúen la zona! ¡Un equipo de héroes para hacerle frente al villano llegará pronto! —le avisó alguien vestido completamente de rojo. Sólo se podían apreciar sus ojos, del mismo color que aquel traje. Llevaba una máscara por la cual solo se veían éstos. Bakugo hubiese creído que era un héroe por no ser de su voz, la cual era de una persona de su edad.

A pesar de su desconcierto por no reconocer a aquella persona, decidió no reprocharle nada, cosa que le sorprendió hasta a él. Obedeció sus órdenes y, efectivamente, al rato aparecieron varios héroes para aplacar al extraño que apareció en la escena.

El rubio acabó durmiendo en su cama con un sabor de boca extraño. A la mañana siguiente tendría tiempo de buscar quién era ese individuo vestido de rojo. Lo que no sabía es que ni nada ni nadie conocía a aquella persona vestida de rojo. Pero a la que se escondía debajo de aquella ropa sí, y se encontraba volviendo a casa después de haberse cambiado aquel traje y dejado todo controlado para los héroes.

En cuanto Eijiro llegó a su habitación, —todo con sumo sigilo, claro— se desplomó en la cama. Llevaba un tiempo sin hacer ejercicio y sin salir a por villanos, con lo cual le dolía todo el cuerpo. Ya acababa cansado con solo tener la jornada de trabajo y cuidar a su madre, pero esto lo remató.

Aunque se encontraba cansado, obligó a su propio cuerpo a levantarse para darles las buenas noches a sus padres. Lo que no sabía es que nada mas abrir la puerta encontraría a uno de ellos. Dio un grito.

—¡Papá! —dijo Eijiro tartamudeando aterrorizado.

—¡Shh, Eijiro, por favor, silencio! —le acalló Katashi—. Venía a hablar contigo.

—Oh... Pues pasa.

El pelirrojo abrió la puerta completamente y tanto él como su progenitor se sentaron en su cama.

—Escucha hijo... —rompió el hielo el mayor—, lo siento por el numerito que monté en la cena, no debiste haber visto eso.

Kirishima hijo solo pudo esbozar una sonrisa tierna y cálida.

—Tranquilo, papá, todos podemos perder los estribos alguna vez —le tranquilizó sonriendo.

Él también sonrió y sin pensárselo dos veces, abrazó a su único retoño.

—Sé que nuestra situación es dura y que para conseguir salvarnos tenemos que tomar decisiones precipitadas, pero la de tu abuela me superó. Hoy acompañé a tu madre al médico, la cuidé, me hice cargo de la tienda, ayudé con una plaga a la sección uno... en fin, que estaba muy cansado como para pensar decentemente —suspiró—. También sé que tú pasas por lo mismo pero, ya sabes, tú eres casi treinta años más joven que yo.

Rieron un rato ante los comentarios de ambos, hasta que Katashi decidió dar por finalizado el encuentro, no sin antes añadir algo que rondaba por su mente desde la cena.

—Eijiro, escucha... —dijo prácticamente en un susurro mientras le acariciaba el cabello—, cada vez queda menos para que ese chaval venga a trabajar con nosotros y lo sabes. Lo que quiero decir es que... que le enseñes bien. Fórmale bien, por favor. Es muy importante que él y todos demos lo máximo de nosotros.

—Déjamelo a mí, papá —concluyó sonriendo enseñando sus dientes filosos.

—Ese es mi chico —sonrió revolviéndole el pelo y salió de la habitación de su hijo con un peso menos encima.

Que el amor florezca [KiriBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora