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La tarde caía dando paso a la oscuridad de la noche y al improvisado plan de la dama que pronto iba a ser llevado a cabo.

—Milady, no lo haga.—compuso la doncella al ver como su señorita empacada sus cosas.

—No, tengo opción, Ana.—dijo cerrando la maleta y amarrando unas cuantas sábanas que le servirían para descender desde su ventana. Escapar por la entrada principal era muy arriesgado. Cualquiera del servicio podría verla, incluso su hermano.

Si Anthony la descubría, todo se vendría abajo.

Glamorgan podía ser paciente y buen hermano, pero también era un ser malvado que las conocía demasiado bien. Sus debilidades y fortalezas estaban a su entera disposición. Anthony sólo tenía que desearlo y las tendría arrepentidas pidiendo perdón.

No podía arriesgarse a que eso sucediera.

La dama deslizó la pequeña valija que traía consigo un par de vestidos y joyas antes de encaramarse en la ventana, dispuesta a bajar, pero una voz la detuvo.

—Una Murgot no huye, una murgot es valiente.—Alicia se giró  y observó a su "conciencia" personificada en su hermana gemela en el marco de la puerta.

—¡Beatrice!.—exclamó al verla y su hermana sonrió acercándose a ella mientras tarareaba una tonada de su infancia.

La canción la compuso Caterina cuando eran pequeñas como una forma de animarlas cada vez que Holdrich les hacía daño. Comúnmente cuando el hombre enfurecía ellas corrían a esconderse, atrancando la puerta con una madera o una espada para evitar que entrase.

Si las lograba encontrar había dos opciones les hacía daño físico o las encerraba sin comida ni agua hasta que le daba la gana de dejarlas libres. Afortunadamente gracias a Anthony habían aprendido a usar las horquillas para abrir cerraduras y escapaban paulatinamente en busca de alimento. El cuchillo era un excelente aliado si deseaban cazar y una espada les brindaba protección.

En esa época fue cuando Caterina usando la suave voz que había heredado de su madre compuso una tonada de cuna para dormir a Lucy. No era algo magistral, pero tenía su toque mágico escucharla todas las noches antes de irse a dormir.

—Lo que planeabas hacer Alicia era muy egoísta ¿Acaso pensaste en Lord Wester cuando lo decidiste?.—preguntó Beatrice mientras se cruzaba de brazos ceñuda.

—Por supuesto que lo hice.—confesó para sorpresa de las dos mujeres.—Pensé en él y en su futuro. Si nos casamos el conde perderá la oportunidad de encontrar a una persona que en verdad quiera, alguien que sea igual a él, perfecta e intachable, con una reputación limpia y buen comportamiento.

—En conclusión alguien que no seas tú.—compuso Beatrice con una sonrisa.
A pesar de lo que dijo hace unos segundos, ella siempre supo que su gemela se encontraba en un dilema.
Se sentía tan culpable por lo que pasó que no sabía que hacer. La culpa era el único sentimiento que motivaba a alguien tan valiente y decidida como Alicia a huir.

—En efecto, hermana ya hice suficiente daño.—respondió la dama clavando sus grandes ojos verdes en los de su gemela. Acuosos y penetrantes ojos verdes cargados de un solo sentimiento "frustración".

Desde que había entrado a la habitación, Beatrice pudo sentir como Alicia estaba luchando consigo misma. Entre lo que quería hacer y lo que debía hacer. Lastimosamente en esta ocasión su gemela no podría salir airosa de esto, ni mucho menos pretender que nada había sucedido.

Era hora de afrontarlo.

Beatrice tomó con delicadeza su mano y la obligó a sentarse en la cama.

—Ana puedes dejarnos solas.—ordenó a la doncella, quien obedientemente salió de la habitación.—A pesar de que no es lo que quieres, pienso que con el tiempo Lord Wester y tú podrían congeniar.—su hermana la miró escéptica.—Sé que suena como una total locura, pero es lo mejor que puedes hacer por ahora. Si huyes hermana, no solo harás daño al conde sino también a nuestro hermano.

Apostando Por Tu AmorWhere stories live. Discover now