capítulo 20

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Estuve toda la noche dando vueltas en la cama; el viento rodeaba la casa y salpicaba la ventana con piedrecillas. Me desperté varias veces con el ruido de las tejas arrastradas que caían a un lado de la casa. Cada pequeño ruido, ya fueran las ventanas que vibraban o los muelles de mi colchón, hacía que me despertara sobresaltado.

A eso de las seis me di por vencido, me levanté y caminé por el pasillo rumbo a la ducha. Después me puse a ordenar mi habitación. Mi armario se fue quedando vacío y, como era de esperar, llené tres veces el cesto de la ropa sucia. Estaba subiendo las escaleras con una colada recién hecha cuando llamaron a la puerta. Era Hyukjae.

Llevaba unos tejanos, una camisa a cuadros arremangada hasta los codos, gafas de sol y una gorra de béisbol. Por fuera parecía un americano ejemplar, pero yo sabía que no era así.

—Lee Sungmin —dijo en tono condescendiente. Se inclinó hacia delante y sonrió, y yo noté su aliento a alcohol—. Me has causado muchos problemas últimamente.

—¿A qué has venido?

Echó un vistazo al interior de la casa por encima de mi hombro.

—¿Tú qué crees? He venido a hablar. ¿Puedo pasar?

—Mi madre está durmiendo. No quiero despertarla.

—No he tenido ocasión de conocer a tu madre. —La manera en que lo dijo me puso los pelos de punta.

—Perdona, ¿qué necesitas?

Su sonrisa era un poco sensiblera y un poco despectiva.

—No te gusto, ¿verdad, Lee Sungmin?

Amodo de respuesta me crucé de brazos.

Dio un paso atrás con una mano apoyada en el corazón.

—Ay. Aquí estoy, Lee Sungmin, en un intento desesperado por convencerte de que soy un chico como cualquier otro y que puedes confiar en mí. No me decepciones.

—Escucha, Hyukjae, tengo cosas que hacer…

Estrelló los nudillos contra la pared con tal fuerza que la pintura se desconchó.

—¡No he terminado! —barbotó furioso. De repente echó la cabeza atrás y rio por lo bajo. Se dobló y metió la mano ensangrentada entre las rodillas—. Diez dólares a que me arrepentiré de esto.

La presencia de Hyukjae me ponía la piel de gallina. Recordé cuando apenas días atrás pensaba que era guapo y encantador. Me preguntaba cómo podía haber sido tan estúpido.

Estaba pensando en cerrar la puerta y echarle la llave cuando Hyukjae se quitó las gafas de sol, descubriendo unos ojos inyectados en sangre. Se aclaró la garganta y habló con voz sincera.

—He venido a decirte que Yesung está bajo mucha presión en el colegio. Los exámenes, el centro de estudiantes, las solicitudes de becas, bla, bla, bla. No parece el mismo. Tiene que dejar todo eso por un par de días. Deberíamos irnos los cuatro de acampada en Semana Santa, Yesung, Ryeowook, tú y yo. Salir mañana para Powder Horn y regresar el martes por la tarde. Le daría la posibilidad a Yesung de desconectar. —Cada palabra parecía inquietante y cuidadosamente ensay ada.

—Lo siento, ya tengo planes.

—Deja que te convenza. Tengo todo el viaje organizado. Las tiendas, la comida. Te demostraré que soy un tío genial. Haré que te lo pases bomba.

—Creo que deberías irte.

Apoyó su mano en el marco de la puerta, inclinándose hacia mí.

—Respuesta incorrecta. —Por un instante, el sopor vidrioso de sus ojos desapareció, eclipsado por algo retorcido y siniestro. Di un paso atrás, casi seguro de que Hyukjae llevaba el virus del asesinato en la sangre, casi seguro de que la muerte de Hyoyeon era cosa suya.

Secreto (KyuMin)Where stories live. Discover now