Capítulo 7

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 Por la presente, declino todos los derechos y responsabilidades sobre los personajes del anime: «Inuyasha».

                      Por la presente, declino todos los derechos y responsabilidades sobre los personajes del anime: «Inuyasha»

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 (La era feudal).


— ¡K-Kikyō! — gritó Naraku desconcertado, pues, en su precipitación por acabar con su rival, no pudo detenerse a tiempo cuando ella se atravesó en su camino. 

El impacto había sido tan brutal, que generó graves rajaduras en el frágil cuerpo de barro. 

"¿Por qué intervino?". — se preguntó, mientras la liberaba de su venenosa extremidad. Ella apenas pudo mantenerse de pie después de eso. Yōki de un tono púrpura obscuro comenzó a filtrarse por las grietas de su pecho, y la imagen fue extremadamente dolorosa para Naraku, quien cruzó el campo de batalla lo más rápido que pudo solo para evitar que cayera.

— Kikyō, yo... — intentó disculparse, pero fue ágilmente silenciado por el dedo índice de la miko.

— Ten calma, Onigumo. — dijo suavemente. Él se estremeció al oír su voz llena de ternura, y aunque sintió molestia al escuchar aquel nombre, lo permitió, pues en esencia, lo era. — No me sueltes. Quiero que te quedes conmigo... hasta el final. 

Los ojos escarlata de Naraku brillaron anhelantes por la petición, y Kikyō aprovechó su guardia baja para besarlo.


•••


A unos pocos metros de distancia, Inuyasha intentaba ponerse de pie. Su maltratado cuerpo dolía terriblemente, su piel raspada sangraba, palpitaba y ardía, pero todavía así, el persistente hanyō seguía intentándolo. Se impulsó como pudo hacia adelante y logró a duras penas sentarse. Sobó sus ojos para enfocar su vista aún borrosa en su rival, y lo que vio, no le agradó nada. 

Inuyasha sabía perfectamente las intenciones de Kikyō. Llevarse a Naraku al infierno había sido una opción poco considerada, pero viable.

— ¡Detente, Kikyō! — gritó desesperadamente cuando una gran barrera de reiki los rodeó. — ¡Mierda!

Ella ya había tomado su decisión.

Ella ya había tomado su decisión

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(La era moderna).

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Kagome quería pujar. Y eso es lo haría.

Se sostuvo firmemente del borde de la tina, separó las piernas y pujó. Pujó tan fuerte, que gritó, sus ojos lagrimaron, su parte íntima se desgarró, ardió y se sintió morir. Sin embargo, todo aquello quedó en el olvido, cuando segundos después, su hijo anunció su llegada al mundo con un llanto fuerte y lleno de vida. 

Kagome lo tomó en brazos con cuidado para poder detallarlo: escasos cabellos en tono plata adornaban la coronilla de su cabecita, cejas negras, pobladas, pestañas espesas, piel blanca. Sus mejillas eran adornadas por una pequeña franja azul en cada lado, no tenía garras y sus orejas eran ovaladas como las de un humano. Kagome también pudo percatarse de que su pequeño poseía tanto reiki como yōki. Y que ambas energías se acoplaban armónicamente en su interior.

"Es perfecto".

El alma de Kagome se calentó, y supo que de ahora en adelante jamás estaría sola.

— Bienvenido al mundo... — saludó dulcemente, mientras lo acunaba cuidadosamente contra su pecho. — Mi dulce Tōga.


Continuará...

Continuará

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Mi orgullo, mi pecado y tú mi rendiciónKde žijí příběhy. Začni objevovat