La maldición de Luxio

El origen del conflicto

Hace 1252 años, en el planeta deshabitado Luxio, vivía un único ser divino: el dios-diosa guardián del mismo planeta, Ceres, de figura esbelta, largos y hermosos cabellos rubios y de sexo hermafrodita. Ceres era muy feliz con su enorme soledad en Luxio, creaba criaturas solo para divertirse, y luego las hacía desaparecer, sembraba árboles gigantes por los que trepaba durante días, creaba enormes dragones para volar y observar su planeta desde el aire. Un día, Ceres se decidió a tener un poco de compañía y creó una mascota, un gran perro al que podría acariciar y correr con él todos los días de su eterna vida, pero al despertar al día siguiente lo halló muerto. Ceres decidió nunca más crear vida, pues sospechaba de aquella guardiana del planeta vecino. En dicho planeta, llamado Axio, habitaba la diosa de la destrucción y guardiana del mismo planeta, Lamnia, quien por cierto tenía un aspecto muy particular: era una mujer muy excedida de peso, sus cabellos largos eran tan duros que parecían hechos de un acero rojo y sus cejas coloradas y bien espesas impedían ver sus propios ojos; de sus axilas caían vellos igual de largos que su propio cabello y siempre amamantaba a alguno de los demonios que habitaban en su planeta con sus grandes y caídos pechos. Sus súbditos siempre la veían enfadada y rabiada pensando en la belleza de Ceres. Así, un día decidió matarlo: usó su arco maldito para dañar a Ceres mientras dormía, pero al ser el alma de Ceres inmortal, como el de cualquier dios, sólo logró dividirlo en 5 espíritus distintos.

Lejos de querer vengarse de Lamnia, los espíritus actuaron pacíficamente al decidir no hacerlo, en lugar de esto decidieron hacer de Luxio un planeta más bello, lleno de paz y de vida, en comparación con Axio, en donde todo era caos y destrucción.

Fue así que cada espíritu puso parte de su energía para crear los seres que hoy habitan en todo Luxio, en los cuales hay una pequeña parte de Ceres, llamada esencia de Ceres.