CAPITULO 26:

10.9K 627 56
                                    

— ¿Entonces le contaste de la reunión con la maestra?—asentí, extendiendo mi mano hacia ella, con el paquete de papas en la mano.

Sacó dos.

— ¿Qué dijo?—la miré.

— ¿En serio quieres saberlo? Porque luego de contártelo, tenemos que hablar de algo serio—frunció el ceño, doblando sus piernas en posición de loto.

— ¿Es malo?—afirmé—dímelo igual—me acomodé en la cama, en la misma posición suya.

Vamos a ver como reaccionaba y si era capaz de contármelo.

Estábamos de nuevo en el cuarto de pánico. Ya era de noche y ella me dijo que deseaba venir un rato, para verlo todo desde esta habitación. La tenía bien vigilada. Las llaves pendían de mi cuello y aunque las puertas del mirador estaban abiertas, Julieta no salía. Llovía a cantaros. Sentadas en la gran cama, comiendo papas saladas y unos refrescos, charlábamos de todo.

Le conté que mi amiga se casaba, ella me contó que hoy la maestra le puso una estrellita en su cuaderno, por participación. Y el tema fluyó, hasta que llegué a la parte en que su padre deseó saber el motivo de mi tardanza, luego de llevarla a ella al colegio.

—Me dijo que todo lo que hacías, en cierta forma era teatro. Que tal vez lo de Wendy pasara, porque tú lo habías provocado, llenando su cabello de pegamento—ella negó.

—Ella lo hizo porque me odia—tomé aire antes de seguir.

—Tambien dice que eres así, porque hace dos años, tú...—me detuve.

¿Por qué era tan difícil?

— ¿Yo qué?—hice muecas y al final terminé señalando el balcón del mirador—Que yo intenté lanzarme. Es eso—asentí muy lentamente.

—Julieta, ¿porque lo hiciste?—me quitó la mano cuando le ofrecí más papas.

Se enojó.

—Eso no te importa—dejé el paquete en la mesa y me moví en la cama, sentándome más cerca de ella y tomándole las manos.

—Si me importa. Es algo muy grave, cariño—ella agachó el rostro— ¿En que estabas pensando?—ladeé la cabeza, hasta que conseguí verla a los ojos.

Se apartó, bajándose de la cama.

— ¡Ya te dije que no te importa!—gritó—dime la verdad. Solo quieres saberlo para decirle a papá. ¿Verdad? Porque él te mandó. Nada más—yo negué, bajando tambien de la cama y tratando de acercarme.

Corrió hasta un sofá y me arrojó uno de los cojines. Lo esquivé.

—No. No quiero hablarlo. Y no me sigas—suspiré, extendiendo mis manos en son de tregua.

—Está bien, está bien. No insistiré, pero tampoco te pongas así—se cruzó de brazos, sentada en el mueble—lo lamento. Solo quiero saber que estás bien—me miró, haciendo mala cara.

—Estoy bien. Si quieres ve y díselo a papá. Eso es lo que tienes que hacer—caminé hacia ella muy despacio.

Y cuando no se movió como un animalillo asustado, me arrodillé a un lado.

—Pero quiero que sepas que...—puso los ojos en blanco.

—Sí, ya sé. Que vas a estar ahí para mí y para escucharme. No tienes que repetirlo cada rato como un reloj cucú—suspiré, mirando al suelo.

—Bien—me puse de pie— ¿nos vamos a dormir?—negó.

—Quiero dormir aquí—dudé—no voy a hacer lo que estás pensando. No seas tan tonta—apreté los labios.

MÁS QUE TU ASISTENTE L1 DE LA SERIE: MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora