Capítulo 18/2

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Collins

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Collins

Salí de mi auto y con una sonrisa que ni yo tenía idea de donde había salido, caminé hasta detenerme frente a él. Me recosté en el capó y esperé por esa castaña con ojos lobunos.

Y esperé. Y esperé, por lo que parecieron siglos. Bajaba mi vista cada que podía al reloj en mi muñeca e intentaba arreglar mi aspecto, no quería parecer un loco.

Pero los minutos siguieron pasando y ella no se presentó. Me planteé si acaso no me había confundido de calle, pero al ver a aquel chico que irrumpió en la cita que Issia y yo tuvimos en el Blué Café, supe que no. Este era el lugar correcto.

—¡Oye! —llamé al chico de traje, quien no iba muy lejos de mí. De inmediato dio unos cuantos pasos atrás—. Disculpa, ¿sabes en donde está Issia Haynes?

El chico me observó con cierto recelo, luego negó con la cabeza.

—Ella no vino a trabajar —Deseaba preguntarle más, sin embargo, dichas estás palabras, el pelinegro se dio la vuelta y continuó con su camino.

Un extraño presentimiento se adueñó de mí. ¿Y si le había pasado algo? Tenía que saber si estaba bien, pero algo me decía que llegar a su departamento como si nada, no era muy buena idea, comenzando con que ahora sabía que Patrick era su mejor amigo y también el chico con el que compartía hogar. Y ya se, sé que debería ser fantástico porque lo conocía desde hace bastantes meses, pero al recordar como yo le hablaba de esa chica que me traía loco, hace unos días, me daba un tanto de vergüenza. Eso y el hecho de pensar que le mencioné como me encantaba su rostro, sus ojos, su cabello, su personalidad e incluso otras partes de su cuerpo, que como su mejor amigo, él no debería de estar enterado (eso si yo quería seguir viviendo).

Negué de inmediato, era muy mala idea eso. Pero tenía que buscar la manera de conseguir respuestas con respecto a la chica de ojos ambarinos.

Me metí a mi auto y conduje hasta llegar al edificio. Después de dejar el auto en el estacionamiento, subí por el elevador y presioné el botón del piso 9 (en el que vivía Issia). Sabía qué hacía mal, pero sin muchas opciones, era esto o quedarme con la duda por toda la noche y siendo sincero eso no era muy buena idea.

Caminé por el pasillo hasta detenerme en la puerta de su departamento, sin embargo, antes de tocar, mi teléfono comenzó a vibrar dentro de mi bolsillo. Lo saqué de inmediato, con la esperanza de verla como remitente de la llamada, pero solo se trataba de Gabriel. De mala gana contesté para escuchar sobre la partida interesante que se montaría por la noche, específicamente en cuarenta minutos. No era como que estuviera poniendo de prioridad mis juegos, pero recordaba que la chica de ojos ambarinos, cuando quería estar sola, era mejor que lo estuviera. Así que me di la vuelta y subí a mi departamento por las escaleras de emergencia para poder cambiarme de ropa y conseguir el dinero que apostaría.

Media hora después estaba llegando al bar de Bill. Antes de estacionar pude observar como el ego en persona bajaba de su camioneta negra y era custodiado por los dos hombres de siempre. Era tan melodramático que nunca salía sin ellos, aunque considerando que era sumamente irritante e insoportable, lo comprendía: Más de uno (incluyéndome), querían partirle ese rostro de niño bonito.

Hasta que lo olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora