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El sol apenas se asomaba por el horizonte y lograba verse a duras penas por la ventana gracias a las nubes que lo escondían, lo que le daba unos minutos más de oscuridad a su habitación.

Parecía al fin como que el invierno comenzaba a tener repercusión, con los fríos e intensos vientos que a las seis de la mañana parecían más cómodos que a cualquier otra hora. Era momento de ir a la universidad, pero Nathaniel decidió tomarse un momento para apreciar la belleza del amanecer.

Empezó a recordar las vigilias que había tenido, esperando la mágica aparición de algún rayo de esperanza en su trayectoria, como si realmente el simple hecho de mirar por la ventana pudiera realmente ayudarlo aún con su batallitas mentales.

El rubio tomó el autobús media hora después y el cielo aún estaba ciertamente oscuro como cuando regresaba de casa después de haberse pasado toda la tarde estudiando en el instituto. Habían pasado años desde que no lo hacía.

El hecho de no haberse encontrado con ninguno de sus compañeros de piso mientras salía de casa había sido más que un alivio dentro de él, ya que lo último que estaba deseando en aquellos momentos era cruzar mirada con alguno. Sabía que se iba a llevar bien con ellos pero Nathaniel simplemente deseaba estar solo.

Aproximadamente quince minutos después, finalmente pudo llegar a la universidad y casi se sintió sumamente paralizado por la cantidad de estudiantes que podía apreciar a sus alrededores, todos de diferentes edades, alturas y apariencias.

Aquella gran cantidad de personas no se comparaba con nada.

No es que él tuviera pánico por estar rodeado por muchas personas, es sólo que sentía que, en cualquier momento y por cualquier cosa, todo el mundo voltearía y se quedaría mirándole. Y entonces ahí entraría su pánico a las personas.

No tardó en encontrar la clase en la que tenía que entrar debido a que se lo había apuntado en un papel para no olvidarse y quedarse un rato vagando por los pasillos. Entonces, cuando finalmente llegó y se sentó en cualquiera de los pupitres, notó que la mayoría de los alumnos eran chicas de una aparente edad mayor que él y que algunas le estaban mirando descaradamente y con mucha curiosidad en su mirada. Posiblemente veían a Nathaniel un chico muy guapo, o lo que fuera.

Tampoco se fijó mucho en el resto de alumnos porque una profesora entró pocos segundos después, obligándole a mantenerse firme y mirando hacia adelante en un intento de no llevarse ningún regaño.

Ésta comenzó a presentarse y luego explicó las normas de su clase y la materia en cuestión. Nathaniel, interesado, escuchó cada una de sus palabras y se quedó con ellas en la cabeza hasta que decidió comenzar a pasar lista y de paso darle a sus alumnos la oportunidad para presentarse personalmente y contar algo de ellos.

El rubio intentaba quedarse con los nombres de sus compañeros, pero, para cuando le tocó a él, nada se le vino a la cabeza.

No tuvo otra que presentarse, algo nerviosamente ya que sabía que tenía la mirada de treinta personas desconocidas sobre él. Así que cuando terminó y se pudo sentar de nuevo en su sitio, soltó un suspiro enorme de alivio y se apoyó sobre su mano, girándose levemente para poder ver al resto que comenzaba a presentarse de uno en uno.

• • •

El timbre resonó por la clase y todo el mundo se levantó con frenetismo, recogiendo sus cosas y reuniéndose en pequeños grupillos de dos o tres para salir. En cambio, Nathaniel iba a su ritmo, ya que a él no le gustaba para nada salir de aquella forma tan agitada de las clases cuando el timbre sonaba; era innecesario.

Aunque vio que realmente tenía que darse prisa cuando dos chicas entraron de nuevo a la clase y le dijeron que tenían que cerrar, y él sí terminó de apresurarse para salir con ellas del aula.

—Eres Nathaniel, ¿no? —Dijo la más baja, y el mencionado asintió con una sonrisa suave—. Me alegro de conocerte, yo soy Violette. Espero que podamos llevarnos bien.

Nathaniel asintió con la cabeza una vez y miró a la otra chica, quien parecía no querer decir nada por aparentes nervios. Él lo dejó estar y comenzó a caminar con ellas dos mientras hablaba con Violette, que era la única que se animaba a preguntarle cosas. Pero, en medio de la conversación, él se vio interrumpido por su compañera, que, agarrando la camiseta de su amiga, señaló con emoción hacia donde parecían haber algunos alumnos, como centrándose en alguien en concreto.

—¿Lo ves, Rosalie? ¡Te dije que ellos estaban en esta universidad!

—¿Quiénes? —Preguntó Nathaniel, curioso, intentando seguir con la mirada hacia donde aún apuntaba Violette.

—¡Ellos! —Volvió a remarcar con más fuerza el sitio donde apuntaba, y entonces Nath pudo fijarse en dos chicos que caminaban juntos, hablando entre ellos. Uno tenía un montón de tatuajes y el pelo teñido de un rojo fuerte, y otro era rubio con algunos mechones castaños, pero no pudo saber si los conocía ya que estaban de espaldas—. Pertenecen a una banda de rock que se llama Crowstorm. ¿No la conoces?

Él tardó varios segundos en responder, ya que se había quedado mirando a aquellos dos chicos, como intentando saber si los conocía de algo a pesar de que no les podía ver la cara al estar detrás de ellos. Aunque, cuando reaccionó, parpadeó un par de veces y miró a su compañera, negando suavemente con la cabeza mientras que usaba de excusa que ”no le gustaba aquel tipo de música”.

Luego de eso, la conversación terminó y Nathaniel terminó caminando solo hacia su casa debido a que Violette y Rosalie tenían que coger otro camino. Nathaniel se quedó dándole un par de vueltas al asunto. ¿Realmente habían dos miembros de un grupo de rock en su universidad?, ¿y si eran realmente famosos y Nathaniel no los conocía?

Suspiró con resignación un par de veces, y entonces entró al piso finalmente, saludando a Ezra, quien se encontraba en el salón leyendo algunos apuntes. Brett apareció en la cocina con una sonrisa, y le indicó a Nathaniel que le ayudara a hacer la comida. Él no tuvo otra que aceptar.

Pero cuando se dirigía hacia la cocina para ayudar a su compañero, el timbre sonó y el albino anunció que se trataría de aquel otro compañero de piso al cual aún no había podido ver de cara. Nathaniel se ofreció para ir a abrir la puerta y así fue, ya que tenía mucha curiosidad por saber qué tipo de chico habría al otro lado de la puerta y con el que tendría que vivir.

Se acercó a la puerta y la abrió.

Su pecho estalló en miles de emociones al mismo tiempo, prohibiéndole hacer cualquier cosa. Sintió blanco, negro y gris al mismo tiempo y su corazón comenzó a bombear recuerdos. Vio a aquel chico pelirrojo delante de él, completamente quieto y devolviéndole la misma mirada inquieta durante muchos segundos más. La sangre comenzó a correr con mucha rapidez por su cuerpo, sus manos comenzaron a temblar, la respiración se le escapaba a golpes de los pulmones y su estómago se inundó de miles de mariposas.

¿Castiel?

The truth untold © (CN #2)Where stories live. Discover now