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Nathaniel estaba muy nervioso. Le sudaban las manos y su cabeza no estaba trabajando lo suficientemente rápido como para idear en aquel momento un plan que saliera completamente bien. Sabía que tenía que actuar de inmediato porque Castiel ya lo había visto y, de hecho, lo estaba mirando con una ceja ligeramente alzada porque probablemente él también se había dado cuenta de la sorpresa con la que cargaba el rubio encima.

El más bajo se secó las manos contra el pantalón y avanzó un par de pasos, hasta quedar justamente al lado de Castiel y delante de Violette. Luego, inspiró hondo y apretó los puños, como preparándose para una pelea.

-¿Qué pasa, Violette? -inquirió casi de forma hostil, manteniéndose lo más serio posible en aquellos momentos y tratando de mantener su compostura. Luego, la chica delante de él le miró con confusión por su comportamiento.

-¿Qué pasa...? -murmuró, más bien para sí misma. Castiel suspiró levemente y se marchó a su habitación para que los dos jóvenes pudieran hablar tranquilamente. Aunque se veía venir desde lejos que aquella conversación sería de por sí muy poco tranquila-. Bueno... He venido sólo porque quería verte. Y... También me gustaría hablar de lo que pasó...

Se notó la tensión inmediata del cuerpo de Nathaniel. Él se rehusaba a mirarla a los ojos y ella sólo rezaba por no llevarse ningún grito o quedar en ridículo.

Pasaron segundos y el rubio aún se hallaba en completo silencio. Su corazón iba mucho más rápido de lo normal y ni siquiera sabía por qué, si ya tenía metido en la cabeza lo que iría a hacer a continuación. De todas formas, agradecía que Violette no pudiera darse cuenta de eso. Luego, inspiró profundamente y se movió hacia un lado, apoyándose contra el marco de la puerta. Aún rígido y sin expresiones faciales.

-No hay mucho de lo que hablar -respondió por fin-. Lo que pasó fue algo espontáneo, que no se va a volver a repetir. Además, tengo que estudiar mucho. No te puedo atender ahora mismo.

Violette se inmutó completamente. El alma le cayó a los pies. Una corriente de energía negativa comenzó a viajar por su cuerpo en un instante y, seguidamente, sintió como si estuviera cargando con un montón de peso en su espalda. Quería tirarse al suelo y llorar por horas, que la tierra le tragara ahora mismo.

-Bueno...

Y ni siquiera pudo terminar, Nathaniel cerró la puerta.

Caminó hasta la terraza, con los puños apretados y la mandíbula tensa. Quería romper algo, lo que fuera. Necesitaba desahogarse en aquellos momentos.

La puerta de una habitación se escuchó abrirse y, a los pocos segundos, el rubio sintió la presencia de alguien más en aquella terraza, detrás de él.

-¿Se puede saber qué coño haces? -la voz áspera de Castiel resonó en sus oídos, y una vez más Nathaniel quiso gritar-. ¿Por qué le has hablado así?

-¿Me puedes dejar en paz? -murmuró, dándose la vuelta y enfrentando al pelirrojo cabreado que tenía ahora delante de él-. Tú no sabes nada, ¿vale?

-Lo que sé es que nunca hay que hablarle así a una mujer -se defendió el más alto, cruzándose de brazos de manera intimidante-. ¿Qué más debería saber, eh?

El otro bufó entre dientes y comenzó a caminar queriendo salir de la terraza. Castiel le cogió del brazo e impidió su partida, dejándolo a su lado de nuevo.

-¡Castiel, este problema no va contigo!

-Eh, oye, ¿qué pasa? -Ezra había llegado a casa, soltando algunas bolsas en el recibidor y caminando hasta la terraza-. ¿Por qué discutís?

Nathaniel aprovechó la distracción ajena y comenzó a caminar otra vez, consiguiendo salir de casa. Lo único que quería en aquellos momentos era alejarse de aquella discusión y pensar en otras cosas. Sabía que le había contestado mal a Violette, lo sabía, pero en aquellos momentos lo único que quería era librarse de aquel problema que ya se había quitado de encima.

The truth untold © (CN #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora