Parte I

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Brian Orser era respetado y aclamado como uno de los mejores entrenadores en el mundo del patinaje artístico. Con una gran carrera deportiva que lo precedía, logró establecer las nuevas promesas.

La prensa hablaba de él, los patinadores y las Federaciones también. Alabando aquel vínculo cálido que parecía tener con sus aprendices. Sin embargo, había secretos dentro de su club. Aquellas situaciones que pasaban entre las paredes y hacían eco en la prensa por lo bajo, pero que nadie se atrevía a hablar en voz alta.

Brian no comprendía todo lo que sucedía, pero el hecho que más le preocupaba era aquel que envolvía a sus dos estrellas en ascenso: Javier Fernández y Yuzuru Hanyu.

Y es que por más que lo meditaba, no sabía exactamente en dónde la relación de sus pupilos había cambiado. Porque a pesar que fuera como un padre para Javier, y un indiscutible maestro para Yuzuru, él tan sólo se convertía en un espectador en la historia que se desarrollaba lentamente en el Cricket Club.

Ambos eran competitivos, Hanyu indiscutiblemente más que Fernández, por lo que los días posteriores a una competencia era un capitulo nuevo para ellos. Pero, aunque Brian Orser los acompañara en todo momento, había detalles que se le escapaba. Sutiles roces de esa basta narración que no llegaba a su comprensión.

Algunas veces Brian Orser se preguntaba en qué momento sus pupilos transitaban de un estado al otro en su amistad. Tracy, sus federaciones y él, los acompañaban constantemente durante la competencia, pero era indiscutido que el agua corría entre sus dedos y los detalles se escabullían entre pequeños secretos. Secretos que se terminaban manifestando en roces, miradas y palabras que acompañaban a una narración que no terminaba de comprender.

Cuando Javier había llegado a Canadá era tan sólo un niño. Uno torpe, lleno de energía y una sonrisa que invitaba a los demás a sumergirse en sus rutinas. Sus saltos eran erráticos y sus movimientos aún bruscos, pero con algo de trabajo y mucha disciplina, habían podido ir tallando el gran patinador que brillaba en sus ojos.

La llegada de Yuzuru fue diferente, porque en efecto, Yuzuru era diferente a cualquier persona que hubiera conocido.

La Federación Japonesa aspiraba en él una leyenda, por lo que fue consentido con cada uno de los cuidados que cualquier atleta pudiera soñar. Su familia no lo dejó, sino que se había mudado a un departamento de Toronto con su madre y con las tradiciones niponas mimetizadas en su piel. Él era callado, determinado y con una pasión que transmitía cada vez que se deslizaba por el hielo.

Javier y Yuzuru eran diferentes, de mundos totalmente opuestos que chocarían en una inevitable rivalidad si ambos deseaban el oro. Brian temió una enemistad en su propio club, siendo cauteloso en los primeros meses. Sin embargo, no pudo estar más equivocado.

Se comunicaban poco y torpemente, no salían a beber o a pasear pero si se había creado un vínculo particular entre esos dos patinadores.

Brian notaba cómo durante las prácticas grupales, Yuzuru reía abiertamente a las ocurrencias de Javier, También, notaba como Javier buscaba hacerlo sonreír cada diez minutos. Mientras que uno estaba en la pista durante su periodo individual, el otro lo miraba desde un costado, atento a sus movimientos y aplaudiendo como su fan cuando terminaba. Se habían vueltos amigos tan rápidamente que Brian se reía cuando Javier tomaba a Yuzuru entre sus brazos y este, tímido le correspondía.

Pensar que esa amistad ayudaría a ambos a impulsarse a un nivel superior había sido una hipótesis acertada. Ambos habían pasado a ganar títulos de gama mundial y sus nombres resonaban con fuerza para las olimpiadas de Sochi.

Pero Orser no olvidaba el fino jugueteo del equilibrio. Porque al igual que aquel palpable sentimiento los había formalizado, podía ser el culpable de despedazarlos.

LovelessWhere stories live. Discover now