Loveless

Parte II

La primera vez que Javier Fernández vio a Yuzuru Hanyu, pensó que su sonrisa era bonita. Y es que el niño tenía una forma particular de curvar sus delgados labios, arrugando su pequeña nariz hasta conseguir que sus ojos rasgados se volvieran aún más pequeños, consiguiendo un gesto adorable. Pero si se ponía a pensarlo detalladamente, todo en aquel pequeño japonés dictaba ternura. Bastó tan sólo unos minutos de hablar con él para entender que tampoco era cuestión de apariencia, Yuzuru era sin duda alguien ingenuo y sutil.

Pero también, aquella primera vez que sus caminos se cruzaron, había sido en competencia. Por lo que comprendió que no era alguien que debía subestimar.

La segunda vez que se encontró con la adorable sonrisa nipona fue el comenzó su historia. Una que se tiñó rápidamente de una amistad que tambaleaba entre un vínculo amistoso y una rivalidad destructiva. Con dos personalidades fuertes, que aunque se tomaran la mano en silencio, buscaban superar al otro.

Javier hoy encontraba divertida la situación, pero cuando su entrenador le había planteado la posibilidad de que Hanyu fuera a Canadá había sido una sorpresa. Aún así, en tan sólo unas semanas, el niño de linda sonrisa era una realidad en el Cricket Club.

Yuzuru Hanyu se convirtió en un favorito en poco tiempo, en un prodigio que con facilidad se instaló entre la protección de grandes como Plushenko, Weir y Lambiel. Consiguiendo que las miradas se centraran en él, muchos con admiración y otros con cierto recelo.

Javier lo sabía, lo veía en la mirada de Patrick Chan y sabía, que dentro de él también empezaba crecer esos sentimientos que mezclaban los celos y la competitividad.

De la mano de Orser, el nombre Javier Fernández empezó a escribir historia en el patinaje español, pero a su vez, Hanyu se imponía con fuerza a nivel mundial. Obteniendo a sus cortos diecinueve años el tan preciado oro olímpico, mientras que él, debía contener sus lágrimas al derrapar en sus errores y quedarse fuera del podio.

El dolor, la decepción, la impotencia y el enojo contra sus propias acciones lo estaba carcomiendo el pecho. Llegando a un punto donde no deseaba ver a su familia, tan sólo llorar en lo más remoto del vestuario. Pero fue esa tarde, después de la entrega de medallas en Sochi, que se percató que los sentimientos que poseía Yuzuru hacia su persona no correspondían a una amistad. Lo comprendió cuando el más joven se acercó a él y secó sus lágrimas, envolviéndolo en una calidez que acunó su corazón herido.

La transición de los siguientes años se convirtió en una montaña rusa de emociones. Pero todo se derrumbó una noche de invierno. Ese día Orser les indicó que debía retirarse y que ellos dos terminaran los entrenamientos pactados. Como un niño pequeño y con las mejillas enrojecidas, Yuzuru le había pedido que se quedaran un rato. Que no había nadie en el recinto y podían aprovechar el hielo para divertirse, ¿y cuándo Javier había tenido el impulso de negarle algo?

La nieve caía insistentemente afuera, pero Javier y Yuzuru se habían distraído en un torpe juego que mezclaba la danza y las acciones traviesas de ambos sobre el hielo. Fue un roce el que comenzó todo, una mano de las manos Javier rozando acariciado la curva que comprendía la cintura del japonés, luego, fue un abrazo que fue correspondido que ninguno quería romper.

Sus ojos se habían encontrado en silencio y por un momento la razón había escapado de sus dedos. Se besaron en un suave tacto al principio, algo tímido y delicado, separándose apenas unos instantes después. Pero luego, sus ojos hablaron en silencio y se volvieron a besar con mayor intensidad, impregnando su boca del suave calor que desprendía el otro y el placer que les ofrecía sus lenguas al encontrarse.

No lo hablaron, no se atrevían a enfrentar la realidad que había empezado a caer pesadamente sobre ellos. Pero Javier comprendía que sus sentimientos eran tan abrumadores que no podía separar sus manos de él. Yuzuru por su parte, no podía dejar de mirarlo y susurrar su nombre entre torpes besos en el vestuario desierto.