Capítulo 13.

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Era una voz firme pero quebrada y pertenecía a un chico. Sonaba hueca, como si viniera de un lugar lejano y profundo, aunque procedía de la habitación conjunta a la pequeña buhardilla rebosante de libros y objetos extraños. Aquella pregunta provocó que el vello de los brazos de Holland se erizara, al igual que el cuero cabelludo. Estaba tan asustada como intrigada.

¿Por qué había un chico encerrado en el desván de su casa?

―¿Quién eres tú? ―balbuceó Holland, con voz temblorosa.

Sentía los latidos de su corazón en los oídos y no sabía si sería capaz de escuchar algo que no fuera su pulso. Las palabras se aferraban con fuerza a su garganta, como si no quisieran salir de su interior. Holland no supo cómo había conseguido hablar.

―Eres tú la que ha aparecido de repente aquí arriba.

―¡Eres tú quién está en mi casa! ―exclamó, enfatizando las últimas dos palabras.

No podía creerlo. Su padre había ocultado durante tantos años a un chico. Eran tantas las sensaciones que habían comenzado a ocupar su cuerpo que le resultó imposible identificarlas una a una. Las piernas le temblaban, sin embargo no sabía si sería por el miedo o por la ira que recorría sus venas. También se sentía herida al conocer la verdad que había perseguido tras tantos años, dolida por haber descubierto la clase de persona que era su padre en el fondo.

―Bien ―enunció el joven tras la puerta―, me llamo Mave.

―¿Mave?

―Mave.

Holland trató de calmarse, dejándose caer junto a la pared paralela a la que la separaba de Mave. Resopló y se apartó la oscura melena del rostro, permaneciendo en silencio a la vez que analizaba la situación.

Trevor era un secuestrador, o al menos eso pensó Holland en un principio. Cientos de preguntas cruzaban su mente como un rayo atravesaba el cielo durante una tormenta, eran tantas que apenas conseguía terminar de descifrarlas por completo. El silencio volvió a hacerse con la buhardilla. Holland estaba absorta en sus pensamientos, intentando apaciguar la tempestad que había en su cabeza, mientras que Mave permanecía tan discreto como lo había sido hasta ese día.

El suelo que había considerado el fondo de aquel hoyo por el que se cayó hace ocho años había logrado agrietarse para sumir a Holland en una oscuridad mayor. Quería agarrarse a los muros de piedra que la rodeaban y se estrechaban por cada centímetro que se acercaba al final con tal de dejar de caer, necesitaba subir a la superficie y ver la luz.

Tampoco sabía cómo hacerlo.

―No me has dicho tu nombre ―Mave sonó por encima del vacío que reinaba el lugar, sobresaltando a Holland.

―¿Por qué debería?

―Porque yo te he dicho el mío.

Holland clavó la mirada en la puerta tras percibir cierta inocencia en la voz de Mave. Eran ocho los años que llevaba encerrado, podría haber crecido en el interior de aquella habitación en completa soledad, sin ningún tipo de contacto o compañía. El pensarlo provocó que el pecho se le encogiera.

«Mi padre es un monstruo».

―¿Cuándo te encerró? ―Holland se aventuró a preguntar aunque la respuesta a eso no era lo que buscaba expresamente. Antes de que pudiera contestar, añadió―: ¿Cuántos años tienes?

―¿Y mi pregunta? No es justo evitarla.

Holland suspiró. Mave no había dicho ninguna mentira y, por educación, debía contestarla antes de continuar con sus preguntas. La desconfianza que sentía hacia cada persona que conocía era inevitable y con Mave era aún mayor. Trató de desviar el tema para que el joven olvidara el misterio de su nombre aunque resultara ser una idea inútil.

―Holland ―murmuró―. Holland O'neil.

―Estuve en Holanda hace muchos años.

Holland se puso en pie algo mosqueada. Sus pensamientos eran un caos al igual que sus emociones y aquel comentario tan solo se sumó a la inmensa nube que tan solo crecía sin cesar, embarullándose hasta crear una masa negra imposible de separar. Gran parte de su mente estaba centrada en su padre y, seguidamente, el chico oculto que había hecho un chiste con su nombre.

―No estoy para juegos ―Holland se angustió. Su voz trasmitía todo el nerviosismo que corría por sus venas y, aunque se esforzara por ocultarlo, el leve temblor que la hacía sonar diferente la delataba.

―No estoy jugando a nada.

No supo si lo dijo de forma sarcástica o no, sin embargo, por su forma de hablar, no lo parecía. Sonó algo sorprendida, como si hablara en serio, provocando en ella un desconcierto mayor. Clavó los ojos en la pared que estaba en frente, tratando de adivinar quién se escondía detrás, ¿un chico joven? ¿Un niño? ¿Un adulto? Nada podía responder a todas las preguntas que le surgían salvo Trevor, a quien no estaba segura de poder mirar igual después de averiguar qué había ahí arriba.

Sin decir palabra, Holland fue hasta la trampilla y, antes de bajar, echó un último vistazo a la puerta.

―¿Ya te vas? ―preguntó Mave.

Holland apenas logró escuchar su voz. Aunque el desván fuera pequeño, Mave no dejaba de estar escondido en una habitación conjunta y ella ya se había alejado lo suficiente como para no poder percibir cualquier cosa que dijera.

Terminó por enarcar una ceja y permanecer sobre el primer escalón durante unos segundos. Quería contestarle, decirle que tendría que aclarar sus pensamientos antes de volver a subir, pero las palabras se habían perdido en el nudo que tenía en la garganta.

«Volveré».

El golpe que hizo la puerta de la buhardilla alcanzó los oídos de Mave y supo al instante que Holland se había marchado. No sabía qué pensar sobre la joven, salvo que la frialdad que desprendía lo atrapó y heló de arriba abajo. En parte su aura se asemejaba a la de Trevor, salvo porque la del hombre era similar una gran cantidad de estalactitas de hielo capaces de herirte con el mínimo roce, mientras que la de Holland era un grandioso bloque de hielo liso imposible de quebrar.

Aun así, percibió algo diferente en ella. Algo amargo que revolvió su memoria de una forma desagradable. De pronto, un fugaz recuerdo atravesó su mente. Se incorporó, sentándose sobre la alfombra turca que ocupaba gran parte de la habitación en la que estaba encerrado y dejó su peso sobre los brazos.

―No he respondido a cuánto tiempo llevo aquí dentro ―murmuró.

Tras la puertaWhere stories live. Discover now