Capítulo 11 - Ya para, por favor

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Pasé mis manos heladas por su cuello. Laura me miró, los dos sonreímos, y cerré los ojos nuevamente. La agarré de la cintura y la junté más a mí. Me olvidé del frío de la carretera. Por un momento desde el inicio de todo, me sentí nuevamente humano. Sus labios rojos y carnosos, se juntaron con los míos, resecos y fragmentados por el frío. Mis manos fueron bajando lentamente por toda su espalda, mientras mis labios hacían cierta presión sobre los de ella. Nos miramos, y sonreímos nuevamente, extasiados y complacidos. No era lo que quería, sabía lo que conllevaba, pero ya estaba hecho, ¿Qué más da?, es el fin del mundo.

Me puse helado, no sabía cómo reaccionar después, no sabía qué decirle. Jamás pensé que Laura haría eso, pero, no me disgustó tampoco. Aunque fue un poco incómodo. Ni ella me conocía bien, ni yo la conocía bien. En un inicio había sido simple atracción física.
Esa mirada hizo olvidarme de todo.
Pasamos un rato en silencio, ni ella ni yo sabíamos qué decir.

-Perdón, no sé si te hice sentir incómodo. Lo siento. -Dijo ella mientras daba un paso atrás-.

-No. Está bien, no te preocupes. -Guardé tres segundos de silencio, y complementé-. Me gustó mucho, y no me molestaría repetir esto por el resto del apocalipsis. –Sonreí-.

-Es curioso, porque no te conozco casi, pero no sé porqué me nació... fue, tú sabes. –Finalizó ella

Era un lindo momento entre los dos. Pero esto llegó a su fin, nos habíamos olvidado de que estábamos en un mundo lleno de zombies.
Y ahí estaba otra vez ese sonido de ellos. Eran varios, pero no teníamos casi nada para defendernos además de la 9mm que me dio Philip. Estaban cerca, pero debido a la niebla no pudimos ver nada.

-¿Qué hacemos? –Preguntó Laura nerviosa mientras retrocedíamos-.

-Correr, Laura, no tenemos de otra, y la niebla es traicionera. –Le respondí con la pistola en las manos-.


Aún conservaba un mapa. Había una especie de market en 2 kilómetros, así que decidimos ir lo más rápido posible.
En el camino le pregunté acerca de los otros, nuestros amigos. Me dijo que ellos no habían dicho nada al respecto, que Félix era el único que hablaba y hablaba. ¿Que sobre qué? Sobre mí, seguía inventando cosas como un niño pequeño.

-Es un estúpido. Desconozco quién es. -Dijo Laura, refiriéndose a su medio hermano-.


Llegamos a aquel lugar, que se veía en perfectas condiciones. Logramos perder a los Z de vista, y agotados por fin llegamos. Sorpresa sorpresa, afuera de aquel lugar estaba el auto en el que nos dejaron tirados. Intentamos entrar al market. Todo el frente era de cristal, y adentro no se veía alma alguna. Tocamos de nuevo, esta vez hablando y pidiendo ayuda, pero no había respuesta y no podíamos abrir. Estaba cerrado desde adentro. Estando aún afuera, sabía que no estábamos solos. Sentía que nos miraban. Con la cara apoyada en el vidrio de aquel lugar, intentaba ver qué había adentro. Pero, cuando volteé me llevé una no muy buena sorpresa. Laura no estaba, alcancé a ver su sombra desvanecerse entre la neblina. Decidí ir a por ella. Corrí, pero por más que lo hacía no la encontraba. Llegué a un raro lugar, indescriptible. Entré, sólo porque había escuchado cierto sonido que me dejó saber que ahí estaba ella. Notaba algo raro, me sentía acechado, vigilado. Este lugar me recordaba a algo reciente, ¿Qué sería? Mientras iba caminando intentaba recordar. Y cuando después de escarbar en mis pensamientos lo supe, me aterroricé. Ah, pero claro, era el lugar de mi sueño, pensé. Lugar en el que Félix me torturaba. Pero, no recuerdo haber visto a Laura en el sueño, es lo único que cambia.

Llegué al único lugar al que se podía acceder en aquel sitio. Era un salón, lleno de sangre. En la mitad una silla. Esto no me tranquilizó. Hubo silencio. Miré a todas partes y no noté nada ni a nadie. Apenas caí en cuenta en que era una trampa, era muy tarde. La puerta de atrás se cerró, y apareció alguien, aquella persona tenía máscara, pero se me hacía familiar. Mis cosas, mi arma, la había dejado en el market. Laura estaba ahí conmigo. El hombre con máscara la tenía agarrada. Pero, no éramos sólo nosotros, también estaba Riley. Ella desde el otro lado, atada, pero podía ver todo. El hombre se quitó la máscara, y por razones obvias, era Félix. Otro acto infantil.
Todo era tan igual que en mi sueño. Félix había enloquecido, el estar encerrado tanto tiempo no le favoreció. Lo hizo un niño asesino, o algo así pensé. Riley estaba llorando, Laura igual. Sacó un cuchillo, y me lo puso en el cuello. Me empezó a decir de todo. Me dijo que por culpa mía su mundo y vida se habían ido al infierno. Que todo era mi culpa. Yo no podía decir nada. Sólo me rajó la pierna y la mano. Eran heridas leves, pero si no era atendido pronto, moriría desangrado. El lugar era algo sin descripción. Félix se fue a otra habitación, pero antes de salir, nos arrojó una bomba de humo, aparentemente, dejándonos a Riley, Laura y a mí. ¿Dónde estaban Philip y Briana?

Estábamos inmovilizados. No podíamos hacer nada. El humo que salía era diferente, me ahogaba. Félix volvió y me clavó aquel cuchillo en la pierna, y después sólo se fue. Ahí se me ocurrió algo, a pesar de estar desangrándome, aún pensaba en sobrevivir. Le hice entender a Laura mi idea. Volteamos las sillas. Ella, con el mango enterrado en mí, cortaba la cuerda que la ataba, si me lo sacaba, tendría menos tiempo. Me dolió demasiado, lloré del dolor, pero no había de otra. El cuchillo se movió dentro de mí. Ella se desató, y fue por Riley. Por ese lado bien, pero ese no era el problema. Yo estaba desangrándome. La mano, la pierna, y tenía un cuchillo enterrado. No había radios para llamar a Philip o a Briana. Félix ya se había ido del lugar, cerrando toda entrada y salida aparentemente. El humo empezó a afectarnos a los tres. Mi vista se nublaba.
Sentía que no podía caminar más, que este sería realmente mi fin. ¿A qué me aferraría? No valía la pena seguir viviendo en un mundo lleno de zombies, el cual no parecía tener un fin claro. Era el fin del mundo. En cada esquina había otro problema. Mi vista se empezó a poner borrosa, aún más. No escuchaba bien, mi audición comenzó a fallar por alguna razón. Era mi fin.

Ellas dos me llevaban prácticamente cargado. Aquel lugar no tenía salida.

-Laura, Riley, sólo les pido que por favor no me dejen convertir. Mátenme. -Dije, muy adolorido-.

-Ni lo digas, te vamos a sacar de aquí, lo haremos. -Afirmó Laura mientras buscaba algún tipo de salida-.

Si salía de esta, así tal cual, moribundo, enfermo, así, iría y haría pagar a Félix. Riley lo único que hacía era pedirnos perdón por haber confiado en él. Laura buscaba una salida.
Había una pequeña ventana, de esas por donde sólo cabe un niño de cinco años, pero era nuestra única salida. Laura hizo fuerza hasta que pudo romperla, el humo comenzó entonces a escaparse por la ventana ya rota. Pero yo seguía igual, incluso peor. Riley subió primero, y salió, luego desde afuera me ayudaría a pasar. Yo ya no tenía el control de mi cuerpo. Tenían que quitarme el cuchillo para que pudiera pasar. El dolor fue horrible, pero era lo único que podía sacarme de ahí. Y así fue, me sacaron. Luego Riley le ayudó a Laura a salir. Me llevaban cargado.
Guardaba mi último aliento para Félix. Llegamos al market. El dolor estaba mucho peor. No sentía mi pierna. Tocamos en el market hasta incluso agrietar el vidrio. Había muchas más personas que ahora sí se dejaban ver. Philip y Briana salieron a ayudarme, mientras ellas les explicaban qué había pasado.
En eso, apareció Félix, y me apuntaba a la cabeza con una pistola.

-Baja el arma. -Decía la gente alejándose del chico-.

Pero no, él no cedió, y disparó.

 Pero no, él no cedió, y disparó

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