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-Nerea, de verdad, no se cómo agradecerte todo lo que has hecho por mi estos días...

-De nada, hombre,-Nerea soltó una risita risueña, amarilla-lo habría hecho por cualquier nuevo.

-Oh, vaya,-Raoul soltó forzando una mueca de pena-creía que era especial...

-Bueno, se podría decir que eres mi nuevo favorito...

La rubia paró de caminar delante de su taquilla y se quitó del cuello el cordel que siempre llevaba con una llave colgando, peleando un poco con el enredo que se había hecho de pelo e hilo. Abrió la taquilla con facilidad y se dispuso a dejar dentro los libros que no iba a necesitar ese día.

-Soy el único nuevo, Nerea-río Raoul apoyándose en la taquilla del lado.

-Por eso...-la chica sacó la cabeza de detrás de la puerta y le sacó la lengua.

Sin duda, su voz era amarilla. Le transmitía alegría, energía, vitalidad, calidez.

-Gilipollas-rió.

Y de repente, se hizo el silencio en el pasillo del IES Mercé Rodoreda. Todo el mundo se calló a la vez, como si de un pacto se tratara y, a los pocos segundos, se empezaron a escuchar murmullos bastante molestos.

Raoul miró a Nerea intentando averiguar qué había provocado tal situación. La chica miraba hacia la puerta, obvio que sabía lo que estaba sucediendo. Raoul se sintió bastante perdido hasta que, al seguir el recorrido que su nueva amiga (y todos los estudiantes de su alrededor) hacía con la mirada, se encontró con el objetivo.

Era un chico moreno, bastante alto y algo delgado. Iba vestido con unos vaqueros negros ajustados y una camiseta negra, intentando pasar desapercibido. Caminaba algo encorvado con la mirada fija en el suelo, sin mirar a ninguna de las personas que tenían toda su atención puesta en él, intentando aparentar que no se daba cuenta. Raoul se sintió incómodo solo de pensar lo que estaría sufriendo ese chico en ese momento.

El moreno siguió caminando ignorando los cuchicheos de los estudiantes, acercándose hacia donde los rubios se encontraban. Nerea no había dejado de observarle ni un solo segundo.

Raoul se alteró cuando percibió que el chico se estaba acercando a él y que, por lo tanto, todos les miraban.

El moreno se paró frente al rubio y, por primera vez, levantó la vista del suelo para posarla en él.

-Es mi taquilla-habló con voz suave. Morado. Percibió instantáneamente.

Raoul se quedó observando los rasgos exóticos del chico, demasiado morenos para ser de la península. Sus ojos rasgados, casi gatunos, le habían atrapado por completo y su acento, para nada catalán, le había hecho quedarse embobado.

Joder, qué guapo. Pensó.

-¿Qué?-preguntó ya que no había entendido demasiado bien a lo que se refería el moreno.

-Que estas apoyado sobre mi taquilla.

-¡Ay!-exclamó apartándose mientras se le subían los colores-Perdón, eh, de verdad, pensaba que no era de nadie, a ver, que si era de alguien pero, bueno, ya sabes...-rió dándose cuenta de que estaba desvariando-En fin, perdón.

A Agoney se le escapó una pequeña risa. En otro momento, habría pensado que le estaba vacilando pero, la inocencia con la que había actuado el chico, no le dejaba pensar mal, sabía que era nuevo y que por esa razón no le miraba juzgándole.

-No pasa nada, tranquilo-sacó la llave de su taquilla y la abrió.

Nerea miraba atenta todos y cada uno de los movimientos de Agoney. Le echaba de menos, en su momento pensó que con el paso de los meses se acostumbraría, pero era imposible, echaba de menos a su mejor amigo.

XOXO Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt