13. Huracán

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Lo que sentía por Berlin iba más allá de la curiosidad que despertaba en mí y por el deseo irrefrenable por desvelar los secretos de los demás. Estaba yendo por la dirección equivocada de cabeza, y no encontraba la forma de salir de este laberinto sin salir herida. Todos mis sentidos me abandonaban cuando él me miraba de esa manera tan única que conseguía erizarme la piel, todos y cada uno de mis músculos se paralizaban allá donde su mirada se posaba, mi cuerpo era preso del magnetismo que ejercía sobre mí y había perdido el control absoluto. 

Sabía a ciencia cierta que no era bueno para mí, no solo por las advertencias de mis amigos ni por el hecho de estar con Caleb. Sabía que debía de alejarme de él por el simple hecho de sentirme amenazada ante esa imponente mirada, sobre todo por esas apariencias que tanto delataban ese lado hostil que hacía que todos le temiesen, por esa chica que llevaba cual llaverito colgado y por los constantes encuentros que no hacían más que complicar mi mundo y ponerlo patas arriba. 

Aquella noche en la que todo tanto se complicó, llegué a casa acompañada de Lisa, quién convenció a Zac para que me hiciera el favor de dejarme en casa para después ellos dos poder continuar la fiesta por su cuenta. Tras pedirle, casi suplicando a Lisa que por favor no comentase nada de lo ocurrido a Lucas y guardase mi secreto, ella me juro y perjuró que jamás sería capaz de delatarme al tiempo que unía su dedo meñique junto con el mío a modo de lealtad. Recuerdo que en el camino a casa Lisa y yo conversamos en voz baja sobre Zac, a lo que ella me aseguró que solo se trataría de una noche pasajera y que no se sentiría incómoda por el hecho de que Zac formaba parte del grupo, según ella, entre ambos había demasiada tensión sexual y que ya iba siendo hora de solucionar aquel problema. Reí ante su comentario a lo que ella siguió diciendo que Zac le atraía físicamente, pero no como para mantener una relación con él.

Al día siguiente, desperté con una de las peores resacas de mi vida, y tras fingir delante de mi padre y de Alene que estaba teniendo uno de esos días al mes donde las mujeres no hacemos más que hormonar y casi morirnos literalmente, me encerré en mi cuarto y sobreviví a base de pastillas para calmar las constantes punzadas de mi cabeza y las nauseas que me perforaban la boca del estómago. Tan solo me limité a bajar para almorzar, porque el desayuno me lo había saltado por estar sobada en la cama, para tomar una taza de café que consiguiera revivirme a la tarde, y para cenar acompañada de mi padre, Alene y la cabizbaja mirada de Lucas.

El resto de la semana se convirtió en un tormento para mí, los constantes mensajes de Caleb me hacían sentir más inquieta y culpable por lo ocurrido aquella noche en la fiesta. No dejaba de debatir conmigo misma sobre la idea de contarle todo lo ocurrido a Caleb, pero sabía que si lo hacía lo perdería para siempre, y no estaba dispuesta a pagar ese precio, al fin y al cabo, entre Berlin y yo no había llegado a pasar nada. Me engañaba a mi misma con la idea que Lisa me había metido en la cabeza casi por obligación, si no hay beso o sexo no se considera infidelidad, y yo me había agarrado a esa frase con pegamento para no sentirme tan culpable de lo que ya me sentía. En cuanto a Lucas, se había creado entre nosotros una especie de tensión que se adueñaba por completo de la situación cuando ambos estábamos cerca. Nuestros amigos lo notaban, pero nosotros siempre nos la apañábamos para fingir una excusa que pareciera del todo convincente y también para esquivarnos mutuamente. Nadie sabía que Lucas y yo nos habíamos besado en aquella fiesta, a excepción de Berlin. ¡Ay Berlin! no había un solo día en el que no recordase con pleno detalle el tacto su piel con la mía, la forma en la que me susurraba al oído tan cálida y sensualmente que me hacía temblar como la gelatina. No había vuelto a saber de él, ni a verle a pesar de que Lisa y yo nos escapábamos alguna tarde a Puzzle para evadirnos de la facultad y de los exámenes, y era extraño, ya que él también solía frecuentar por ahí. ¿A quién quería engañar? No quería ir a Puzzle solo para desconectar de la rutina, quería y necesitaba verle. 

BERLIN  ✔️Where stories live. Discover now