CAPITULO SEIS (Parte Uno): "Lagrimas de Vida"

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Los días van pasando, el tiempo es lo único que nunca se detiene. Cada uno va sumergido en sus pensamientos intentando no mirar la realidad que los agobia. Todos intentan mostrarse bien, fuertes y sonrientes pero la verdad es que se nota que están preocupados y tristes.

Saben que en breve absolutamente todo va a estar en juego, que el final se acerca y puede llegar a ser más trágico de lo que parece.

Marcos se encuentra casi recuperado por completo de su herida. Se sienta en el mismo banco de madera y gastado por el tiempo, en el que por primera vez vio a Lucía luego de casi morirse. Los árboles y las flores de alrededor parecen más bellos ese día que nunca.

Él tiene la mirada perdida en el cielo muy claro, cuando la hija de la doctora Oreg llega y se para detrás. Al principio mantiene el silencio, uniéndose al de Marcos. Después de un rato le habla.

—Es increíble como bajo el mismo cielo pueda existir tanta paz y caos al mismo tiempo. Como el mundo en sí es un solo pero dentro de ese, existen en realidad millones más.

—La paz y el caos están dentro de uno. Aunque parezca mentira, nadie más que nosotros mismos inclinamos la balanza para un lado o el otro —le contesta sin desviar la mirada—. El mundo siempre es el mismo, lo que cambia son los ojos con los que lo miramos y en consecuencia actuamos...

—Nunca pensé que nuestro mundo iba a cambiar así. Uno a veces vive rodeado de mentiras sin darse cuenta. Me pregunto si ellas siempre necesitan ser descubiertas, aún si son las que mantienen tu felicidad.

—Para mí, lo único que vale es la verdad. La mentira en realidad es mentirse a uno mismo. No existe la necesidad de mentir; el mundo sería mejor si aprendiéramos a aceptar la verdad, sea cual fuera siempre.

—¿Aceptar la verdad?

—Sí, Lucía. La mentira existe porque en determinados momentos no podemos aceptar la verdad. Ella duele, te hace enfrentar con la realidad. Y asumirla, cuesta. Todavía me cuesta...

—Sé que tienes razón. El destino tarde o temprano se encarga de que la verdad salga a la luz y mientras más tarde, más duele.

—Siempre llega, por más que uno la quiera evitar —dice Marcos triste—. Creo que el destino es caprichoso y si es que existe tal cosa, se puede modificar. Es como un árbol con muchas ramas que van abriéndose, y en cada una de ellas más ramas se abren. Es decir, que puede existir un inicio predestinado, pero es uno el que va creando el camino a medida que pasa el tiempo con tu vida, tus acciones y pensamientos.

—Y a veces de manera inconsciente también —agrega Lucía—. No estaba en los planes de ninguno que todo esto sucediera... Hablando de eso... ¿La viste a Lilium? Esta muy extraña últimamente, se pasa el día acostada y casi no dice una palabra.

En efecto, hace ya varios días que no se levanta de la cama. Habla muy poco y su rostro solo transmite tristeza, más que la de costumbre. Casi no come y lo poco que consume, es porque los demás la obligan.

—Debe estar así por todo lo que estamos viviendo —opina Marcos—. No es fácil asimilar las cosas que pasaron y a cada uno nos golpea diferente los problemas

—Hay que prestarle mucha atención, tenemos que estar más unidos y cuidarnos. Estamos solos, nos necesitamos... ¿Vas a venir a merendar? Había venido a decirte eso y me olvide hablándote de otras cosas.

—No gracias, prefiero más tarde. Quiero aprovechar estar acá sentado afuera. Al fin sale el sol después de muchos días seguidos de lluvia.

—Quizás salga también el sol para nosotros, después de tanto tiempo nublado y con tormenta... Nos vemos después entonces.

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