Parte 8

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Pasaron unas horas, horas en la que no habían dejado de darse besos, horas que habían usado para conocerse mejor. Renato le contó que sus apellidos eran Quattordio Dolhagaray, lo cual por alguna razón, hizo que le guste aún más.
Le habló sobre su familia, sobre lo mucho que los quería y que a causa del estudio los veía poco, ya que vivían en Córdoba.
Le contó que aceptaron fácilmente su sexualidad, y finalmente le comentó que había tenido sólo un novio oficial, con el cual las cosas terminaron muy mal.

— ¿Es por eso que tenes miedo a que te quieran? — le preguntó Gabriel, el pequeño sólo asintió. Pudo notar que en sus ojos habían tristeza, y si bien no lloraba, sabía que su interior estaba lleno de lágrimas que querían salir.  Tomo sus manos, entrelazandolas — Tato, entiendo que tengas miedo, entiendo tu situación, y aunque parezca difícil, quiero que te sueltes, que te dejes cuidar, que te dejes querer, porque yo te quiero, y también quiero cuidarte. Si vos me dejas, yo quiero quitarte todo ese dolor que llevas dentro — dijo mirándolo a los ojos. — Gabi, yo... yo no sé que decir, también te quiero, pero el miedo está y no va a desaparecer tan fácil. Cuando te vi esa primera noche, llamaste mi atención, y yo creo que las cosas no pasan porque sí, todo pasa por algo, y que hayas terminado por equivocación en el mismo lugar que trabajo yo, fue cosa del destino. — contestó el pequeño, que ya había comenzado a llorar. El rizado lo miraba y se moría de amor y dolor, quería protegerlo, sanarlo — ¿Me dejas que te cuide? ¿Me dejas que te quiera? — preguntó, acariciando sus manos. — Te dejo, pero por favor no me lastimes — respondió. — Nunca — y quería besarlo, moría por besarlo, pero sabía que en ese momento, lo único que Renato necesitaba era un abrazo, así que se lo dio.

Pasaron toda la noche así, besos, abrazos, caricias, pero no hubo sexo, quizás porque ahora que estaban empezando algo serio, más que sexo, querían amor, pero para eso todavía faltaba un poco.

Gabriel se despertó a las 5:00 am, y como ya no podía conciliar el sueño, decidió levantarse, para hacerle el desayuno al pequeño, hablaba muy en serio cuando dijo que quería cuidarlo.

Renato se despertó debido a que no sintió el calor de su amante en la cama, cuando abrió los ojos y no lo vio, comenzó a desesperarse. Una sensación de abandono creció dentro de él, haciendo que comience a llorar.

El rizado escuchó unos sollozos que provenían de la habitación, y en menos de diez segundos ya estaba en ella, para encontrarse con el pequeño en posición fetal, mientras lágrimas caían por todo su rostro, para finalmente desembocar en la almohada, que ya estaba completamente empapada.

— Ey, ey Tatito ¿Qué pasa? — le preguntó preocupado, mientras le acariciaba el brazo — Yo... yo pensé que te habías ido — contestó entre medio del llanto — No amor, estoy acá, sólo me levanté a hacerte el desayuno — le dijo, abrazandolo fuerte. — Perdón — decía el pequeño una y otra vez — Sh, sh, sh, acá estoy ya pasó, no me voy a ir — respondió Gabriel, acariciandole el cabello.

Así estuvo unos minutos, hasta que Renato se durmió en su pecho, y le dolía, le dolía saber que el menor cargaba con tanto dolor, era imposible que alguien pudiera lastimarlo ¿Cómo se atreverían? Pero ahora él estaba en su vida, y se encargaría de curarlo, de sanarlo, y de hacerlo sonreír todos los días, porque él lo quería, lo quería demasiado.

Dancing in the moonlight { Terminada }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora