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Se pasaron toda la noche hablando. De todo. De nada. De sus vidas sin llegar a que fuera personal, de su pasado sin desvelarlo. El sol y la luna estaban juntos de nuevo y les habían contagiado el humor a Hoseok y Hanna, que parecían dos amigos íntimos que llevaban siglos sin verse. Aunque se vieran cada día. Era una de esas noches en las que la sinceridad se adueña de las palabras y no importa nada más que ese preciso instante.


Puede que fuera por eso que Hoseok se atreviese a formular una pregunta a Hanna que lo cambiaría todo entre ellos.


–¿Quieres un trozo de pizza?


En la cesta de Hanna solo había llevado un termo de café americano y unos Marlboro Light, mientras que J-Hope había traído pizza, alitas de pollo con salsa barbacoa y patatas fritas. Ella se lo había bebido en dos minutos y J-Hope llevaba media hora comiendo pizza fría él solo. No pudo evitar preguntarle eso cuando vio los ojos saltones de Hanna devorando la comida con la mirada con más avidez que él. Hasta sus poros parecían salivar.


Hanna echó la barbilla hacia atrás y desvió el rostro a cualquier otra parte que no fuera la grasienta pizza de jamón y queso.


–No, qué va, no tengo nada de hambre –mintió.


–Pues no dejabas de mirarla –contestó él, a lo que siguió un silencio incómodo en el que ninguno de los dos dijo nada–. ¿A qué le tienes tanto miedo?


Hanna se revolvió el pelo enmarañado y soltó una exhalación molesta.


–Esto es ridículo.


–Solo es comida, Hanna.


Y fue la primera vez que le habló del problema sin más, sin metáforas ni historias.


–A un suicida no se le quitan las ganas de morir diciéndole que viva y a una anoréxica no le entran las ganas de comer diciéndole que coma. ¿Lo entiendes?


Hoseok meneó la cabeza y apartó el trozo de pizza a un lado para poder mirarla de frente.


–La verdad es que no, Hanna-ah. Porque yo nunca he tenido ganas de morir ni de dejar de comer, así que explícamelo para que lo entienda.


–No funciona así, J-Hope...


–Pues explícamelo –insistió él.


–Es demasiado complicado –contestó–. No sabría ni por dónde empezar.


–Empieza por el principio y luego sigues.


Hanna le brindó una mirada burlona, pero empezó a replantearse en serio el desnudarse metafóricamente ante él y revelarle toda la mierda que llevaba dentro. ¿Por qué le hacía hacer eso? Estaban bien sin conocerse, sin saber nada de ellos, sin querer nada más con el otro que simpáticas charlas banales y la simple distracción de su compañía.

Daydream » j.hs »  COMPLETAWhere stories live. Discover now