5. "Ritual"

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—Déjenme ver si entendí —Axel dice en un susurro bajo, mientras nos alejamos a paso rápido de la casa en la que habitamos—. ¿Estamos haciendo esto a escondidas de las cucarachas que brillan?

El sonido de nuestras pisadas sobre la hierba crecida en los patios traseros de los vecinos, es el único ruido que acompaña nuestra caminata silenciosa.

Mi vista barre la extensión del terreno con aire nervioso para asegurarme de que nadie nos escucha —o nos sigue— y luego de eso asiento.

Las cejas del íncubo se disparan al cielo y noto como trata de ocultar una sonrisa burlona a pesar de la oscuridad que nos rodea.

—No sé por qué esto me fascina, pero lo hace —dice, al tiempo que hace ademán de aplaudir de la emoción.

Niara, quien luce como si pudiese vomitar en cualquier momento, lo mira con cara de pocos amigos.

—Esto no es un día de campo —dice, entre dientes—. No hay motivo alguno para estar tan contento al respecto.

El íncubo le dedica una mirada condescendiente.

—¿Y quién dice que estoy contento? Estoy que me hago en los pantalones del jodido miedo. No tienes idea del desastre que hay allá abajo. Estoy todo menos contento de volver a casa —esboza una sonrisa horrorizada—. Es solo que esto de la adrenalina es adictivo. Esto de ir en contra de las reglas siempre me ha parecido... excitante.

—Eres un idiota —Niara masculla, pero soy capaz de escuchar la sonrisa en su voz.

—Gracias, cariño —Axel dice—. Es muy amable de tu parte puntualizar mis atributos más grandes.

Una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios antes de empezar a escalar la cerca baja que rodea el patio de la casa que hemos invadido.

Cuando —con torpeza— logro saltarla sin romperme los dientes, miro hacia atrás una vez más solo para comprobar que el ruido no haya atraído la atención de los ángeles que vigilan los alrededores.

Niara y Axel saltan la barda con una facilidad de envidia y casi hago un mohín debido a eso. No puedo creer que ambos sean tan físicamente capaces de hacer tantas cosas, mientras que yo soy la incompetencia andando.

—Un par de casas más y podremos tomar la calle —digo, a pesar del hilo disperso y distraído de mis pensamientos. Niara y Axel no parecen darse cuenta de eso y asienten al mismo tiempo.


El resto del camino por los patios traseros es silencioso dentro de lo que cabe. Al terminar la calle, por fin nos atrevemos a abandonarlos, para tomar la acera.

Las luces de las luminarias son intermitentes y eso no hace más que ponerme de nervios. Cada sombra proyectada por su errático movimiento hace que la ansiedad aumente de manera exponencial. Cada sonido crepitante que emiten al no recibir la carga adecuada de energía eléctrica me pone los pelos de punta y, para cuando finalmente nos hemos alejado lo suficiente como para considerar la posibilidad de robar un coche abandonado, estoy a punto de pedirles a mis acompañantes que volvamos.

Estar aquí afuera, en este lugar que alguna vez estuvo lleno de gente y que ahora luce como un pueblo fantasma, está haciendo estragos con mi salud mental.


—¿De verdad es necesario que hagamos esto? —Niara suena ansiosa cuando habla, pero no deja de trabajar en el coche que hemos encontrado y que ahora tratamos de robar—. No estamos tan lejos de casa. Si los ángeles llegan a escuchar el motor del coche, van a venir a ver qué sucede.

PANDEMONIUM © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora