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Otro sábado trabajando. Tampoco es que tuviera una vida social que atender pero aun así.

¡Que deprimente era trabajar un sábado en la noche! Y aún más cuando todo Seúl se encontraba de fiesta.

Lo único que se escuchaba era el zumbido de los refrigeradores al fondo del local y de vez en cuando una de las luces de tubo fluorescentes que se prendía y apagaba haciendo una seguidilla de clicks en el silencio.

Ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que le había dicho al dueño de que era hora de cambiarlo.

"Tranquilo, Park, aguanta un poco más", me repetía mi jefe, peinando hacia un costado el poco cabello grasoso que tenía. Maldito gordo tacaño, pensaba yo.

Suspire recordando y levanté la vista del libro entre mis manos.

Los horarios nocturnos eran muy pacíficos, por no decir extremadamente aburridos, y de todos modos el Autoservicio abierto las 24 horas en el que trabajaba estaba en una zona más bien de los suburbios, por lo que si venían 5 personas en la noche era demasiado.

Pero tenía la mejor paga, por los inconvenientes que conllevaba, y por suerte lo más terrible que tuve que pasar fue el sacar a un viejo borracho una vez, era prácticamente un vagabundo y olía asquerosamente a orina. El viejo quería seguir tomando y se estaba poniendo más violento cada vez que le negaba el venderle alcohol, solo tuve que sacar la escopeta que tenemos bajo el mostrador para que saliera corriendo, nunca está cargada pero cumple su función.

Lo malo fue que se cayó en el estacionamiento y se quedó ahí tirado, pensé que se había muerto, pero solo era por la borrachera así que salí y le tire agua con la manguera de incendios hasta que se pudo parar y salir corriendo.

Fue una noche divertida no lo iba a negar pero había sido hace tiempo. Rememorando el momento me resultaba gracioso pero esa vez casi me hice pipi del miedo, no soy la persona más valiente del planeta.

Me encontraba cada noche a la expectativa de si entrarían a robarme, pero por suerte en el tiempo que llevaba trabajando ahí no había sucedido.

Marque la página para no perderla y me incline a buscar en mi mochila una paleta cuando escuché el sonido de la campanilla de la puerta al abrirse, me afirmé en el asiento para observar al recién llegado.

Era un muchacho joven tal vez de mi edad o mayor, vestido con una chaqueta de cuero negro, pelo rubio alborotado y un cubre bocas del mismo color que el resto de su ropa; negro. Todo lo que pude ver antes que se girara para ir al final de la góndola de los dulces era un par de ojos castaños con un brillo felino.

Subí mis lentes un poco y no lo perdí de vista, por lo que parecía el a mí tampoco. ¿Por qué me miraba así?

Me observé a mí mismo en el reflejo de la máquina de raspados, buscando alguna mancha en mi rostro u ropa, todo estaba en su lugar, exceptuando mi cabello despeinado, cosa que se podría evitar de no ser por mi incurable tic de moverlo hacía atrás. Resoplando lo aplasté contra mi frente. Tal vez solo era el hecho de que mi aspecto gritaba a kilómetros lo nerd que era, muy probablemente fuera eso y bajo esa tela que cubría la mitad de su rostro se estaba riendo de mí.

Llevaba una camisa azul oscuro con un sweater negro encima y unos short hasta las rodillas también negros, mi cabello castaño estaba recientemente aplastado contra mi frente y para rematar tenía unos lentes grandes y cuadrados. Sip, definitivamente todo un Nerd, solo me faltaban los clásicos comics de X Men que, ¡Oh casualidad! Estaban en mi mochila.

Strangers in the NightWhere stories live. Discover now