Etéreo

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Un mundo marchito, donde dos niños vagaban por las cenizas de su pasado, donde no vivían más que reminiscencias vagando como susurros por el aire.

Los tiempos son difíciles; tiempos donde la compañía del otro valía más que el oro y la plata, se necesitaban para sobrevivir. Tomados de la mano; subían lentamente una colina que un día fue verde y lleno de vida, y ahora es solo marchito y vacío. Ambos guardaban un silencio profundo; un silencio tan profundo que hacía del viento la única voz de aquel instante. Los dos niños detuvieron sus débiles pasos al presenciar un enorme, espinoso y blanquecino árbol del que colgaba en lo alto un fruto capaz de saciar el hambre que ambos sufrían. Los niños cruzaron sus miradas, y en cuestión de unos segundo; ambos comienzan a discutir. Uno de ellos vive para seguir lo que le dice su corazón. Sigue sus emociones hasta el fin de los tiempos, pero sus emociones no son el puente más estable. De esta manera, el quiere subir el árbol sin importar las heridas por las espinas, o el riesgo a caer desde las alturas, todo para que ambos puedan calmar su hambre. El otro niño, que es un poco mayor, y ha aprendiendo a ignorar sus emociones y ser más sensato con la realidad; argumenta que deben ignorar aquél fruto y seguir adelante para encontrar algún otro alimento, pues no es seguro intentar ir por aquello que tanto anhela, pero este no lo escucha y hace imposible intentar detenerlo. Comienza a subir el árbol, sus manos dejaban manchas rojas en aquella blanca y espinada corteza mientras subía. El deseado fruto estaba al alcance de su perforada mano, sin embargo este comenzó a alejarse rápidamente cuando estaba por tomarlo. Aquel muchacho se encontraba cayendo; las preguntas volaban por su mente durante su caída, ¿Valió la pena intentarlo?, ¿Por qué lo intenté? Solo Dios sabía cuánto se estaba esforzando para no rendirse cada día. El siempre intentaba ver las estrellas a través de las grises y espesas noches, lo que antes se llamaba silencio; fue opacado por el sonido de su cuerpo golpeando el rocoso suelo, seguido de un cruel y sofocador silencio que engullía al muchacho que siguió su razón y no su corazón.

El frio aliento de la dama oscura acabó con el tormento de uno, pero ¿Qué hay del otro? Pues La franja etérea que separa a la vida y la muerte, fue cruzada y la miseria así llamada.

Las páginas debajo del umbralWhere stories live. Discover now