III

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Im Nayeon se desconectó de la voz del hombre calvo que hablaba desde el podio. Su cita de la noche era igual de aburrido, y  le tomaba toda su fuerza de voluntad prestarle atención a  cualquiera de ellos. Como única mujer en el equipo ejecutivo de Bradley & Taylor, por no mencionar única mujer soltera ejecutiva, se le había asignado la tarea de escoltar al sobrino del jefe esa noche. Nayeon se había indignado por la suposición de que, no sólo renunciaría a su tiempo libre por el evento, sino que estaría agradecida por la oportunidad de pasar la noche con un macho casadero bien conectado. Todavía estaba enojada varias horas después, cuando el muy bien cuidado, pomposo MBA de Princeton seguía tratándola como si ella fuese algo vistoso en su brazo, en vez de entender que él era el hombre que tenía que tener una cita arreglada.

Tiene que haber una ley en contra de esta mierda. Lo curioso era que Nayeon conocía la ley de arriba a abajo, como consejera legal principal de una de las 500s compañías Fortune. Dos años atrás, se había sorprendido cuando un caza talentos la contactó como candidata potencial para cubrir la posición que pronto sería dejada vacante por el consejero que se retiraba. Nunca estuvo segura de quién la había puesto en la mira del reclutador, ya que sólo era una abogada relativamente exitosa de nivel medio en una empresa legal local. Siete entrevistas y ocho meses más tarde, estaba en un trabajo que amaba, con un alto salario de seis dígitos, una oficina con vista, y una secretaria, y estaba siendo ignorada por el "atractivo" Sr. GQ. 

Su mirada recorrió el salón de baile del Gran Lincoln exquisitamente decorado. Hombres guapos y mujeres hermosas se estaban poniendo de pie aplaudiendo desde las mesas cubiertas con manteles de lino blanco y porcelana china. El código de vestimenta de la noche era la etiqueta, y por la forma en que lucían las mujeres, y algunos de los hombres, cada caja de seguridad en San Diego había sido vaciada de su contenido para este evento. Los ricos, famosos y poderosos de su ciudad se reunieron en masa para ser vistos y para recaudar fondos para el Fondo de Educación de los Niños del Gran Condado de San Diego. Nayeon había estado en varias de tales galas en el último año y estaba convencida de que estas personas estaban más interesadas en la deducción de impuestos y la distinción de tener su nombre en la lista de benefactores, de lo que lo estaban en realidad con la ayuda a los niños pobres de su ciudad natal.

El presidente de la Cámara de Comercio y su esposa ocupaban la mesa directamente en frente del estrado junto con el obispo de la arquidiócesis. Junto a ellos estaba el director general del banco más grande de la ciudad, que estaba mirando a una rubia platinada con pechos quirúrgicamente mejorados, mientras que su mujer de veintidós años lo miraba por encima de su vaso vacío de Chardonnay.

En la mesa del alcalde estaba su esposa y Hyun Bin una envejecida estrella de cine de la ciudad, para promover su más reciente película. La esposa trofeo de Hyun estaba sentada junto a él luciendo una expresión que decía que prefería estar en cualquier lugar que no fuera este.
La mirada de Nayeon se detuvo en una mujer en una mesa al otro lado de la amplia habitación. Era más alta que todo el mundo en su mesa, e incluso desde esta distancia, Nayeon pudo discernir una figura larga y delgada que se hizo evidente en su atuendo formal cuando se puso de pie y aplaudió al ganador del premio. Nayeon se sintió intrigada por el hecho de que ella era la única mujer en la sala con un esmoquin, y lo llevaba con comodidad. Le resultaba vagamente
familiar, pero Nayeon no podía ubicar donde la había visto antes.

Definitivamente la hubiera recordado si se hubiesen conocido. Se dio cuenta de que estaba mirando fijamente, cuando su acompañante se inclinó y le murmuró algo ininteligible al oído. Asintió con la cabeza vagamente e hizo un comentario socialmente apropiado, agradecida de que esta farsa terminaría pronto y que podría irse a casa y ver viejos reestrenos de Amo a Lucy. Durante todos los llamamientos de dinero, sus ojos continuaban volviendo a la mujer en el esmoquin, que estaba sentada cómodamente en su silla, dando vueltas a la copa de vino medio vacía en su mano. Se veía preocupada, pensó Nayeon, infeliz de estar aquí, pero lo esconde muy bien.

Mina permitió que los discursos de largo aliento resbalaran sobre ella mientras trazaba sus opciones y planeaba lo que le iba a decir a su abogado en esta ocasión. ¿Qué era lo peor que podría suceder si tan sólo le dijeran a Rosé que se jodiera a sí misma? La sexualidad de Mina no era un secreto celosamente guardado, pero tampoco quería que fuera un tema de conversación diaria, y Rosé podría ser un problema. Mina podía manejar cualquier consecuencia en su vida personal - su familia hacía mucho tiempo había aceptado el hecho de que ella era lesbiana - pero estaba más preocupada por la vergüenza que esto podría traer a su empresa.

Había trabajado sin parar para llevar a la empresa a su anterior nivel de confianza, respeto y normas éticas impecables, los principios establecidos por su padre hacía muchos años. Sería una gran distracción si sus clientes siquiera sospecharan que había seducido a una mujer que no estaba dispuesta. A través de algunas lecciones muy duras, había aprendido que no se puede cambiar lo que piensa la gente y había dejado de intentarlo muchos años atrás. Ella era muy consciente de que el foco rápidamente pasaría de su brillante mente y la cantidad de dinero que había hecho, a su entrepierna, como parece ser el caso para la mayoría de los hombres cuando fantasean con dos mujeres juntas. 

Varios clientes le vinieron a la mente, a los conservadores estaba segura de que los perdería si Rosé comenzaba los rumores, y habría asociados que comenzarían a tomar distancia de su empresa. Estaba en las negociaciones finales con el desarrollador de software más grande del país, tratando de conseguir financiación adicional de capital de riesgo, y sabía, sin duda, que ese acuerdo podría detenerse en forma abrupta si había cualquier publicidad de mala "moral".

Los rostros de sus empleados destellaban en frente de ella. Estas serían las personas más perjudicadas en un escándalo. Si los clientes y los gestores de inversión llevaban su negocio a otra parte, se vería obligada a despedir a personas relacionadas con dichas cuentas. Los empleados de Foster McKenzie ya habían sufrido en el desastroso reinado de su tío. Ella había logrado volver a contratar a muchos cuando la empresa volvió a estar de pie, y ahora tenía un personal excepcional. Mina tragó ante la idea de defraudarlos. Mientras consideraba las complicadas posibilidades, los cabellos de la parte posterior de su cuello se levantaron y se distrajo con la sensación familiar de que alguien la estaba mirando. Mina estaba acostumbrada a ser el objeto de las miradas indiscretas en las reuniones de la empresa, o durante un discurso que estuviera dando, o en un bar. 

Este último era generalmente el único momento en que le prestaba atención, ya que era generalmente el preludio de una noche de entretenimiento agradable en los brazos de una mujer hermosa. Pero esta noche, un encuentro casual, era lo último que en lo que estaba interesada. Su encuentro con Rosé todavía estaba fresco en su mente, y no se sentía de ánimo como para conducir el contra-interrogatorio que garantizaría que la mujer ligando con ella compartiera las mismas ideas sobre el sexo sin ataduras. En este momento, todo lo que Mina quería era la oportunidad de escapar después de que hubiera pagado lo que adeudaba, y volver a casa a remojarse en un baño caliente.

Mientras el discurso continuaba, sutilmente exploró la multitud. Caras, igualmente aburridas, salpicaban el paisaje de las mesas, y una o dos cabezas asintieron por el sueño. Finalmente, sus ojos se posaron en una cara cuidadosamente adiestrada en esmaltada concentración,
como si el hombre que hablaba en el micrófono de verdad demandara atención. Mina reconoció la expresión. Ella está tan encantada de estar aquí como yo, y lo oculta mejor que la mayoría. ¿Me pregunto en la lista de mierda de quién está ella? Una fracción de segundo después, sus ojos se encontraron.

Nayeon se ruborizó. Sabía que había sido sorprendida mirando. La mujer en el esmoquin le sostuvo la mirada durante un largo momento, firme, y la expresión de su rostro cambió de aburrida indiferencia e irritación, a débil interés, luego desvió la mirada. Nayeon sintió como, a pesar de que acababa de ser considerada para algo importante, fue dejada de lado por no valer la pena el esfuerzo.

Bueno, lo mismo para ti también. Ella volvió su enfoque a la parte delantera del escenario y valientemente continuó con su falso interés. 

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Aquí les dejo esto.
Olvidé aclarar que cada semana actualizaré esta historia xd

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