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Esa misma tarde se da el entierro; con todo el dolor del mundo, Guren firma los papeles necesarios para que se entierre a su hijo.

Fue algo muy triste para los familiares y amigos del azabache. Por la imprudencia de un ebrio dos vidas pasaron a mejor lugar.

Los calmantes perdieron efecto en Shinya, quien grita dolido para que no entierren a su hijo, alegando que él no merecía morir.

La cordura del albino desaparece, agarrando a Mikaela por el cuello de su camisa, zarandeándolo con odio.

¡Tú debiste ser el que esté en ese ataúd en lugar de mi hijo! ¡El no merecía esto! ¡Todo es tu culpa! ¡Jamás debí dejar que se casara contigo, debí oponerme a su noviazgo como Guren desde un principio!

El rubio no está soportándolo, no puede darle el último adiós a su amado y a su hijito. Simplemente le resulta imposible.

El padre del difunto le administra una nueva dosis de calmantes al albino, sabiendo lo mucho que lo necesita. Nuevamente sedado, se sienta en la última fila de las sillas en busca de soledad, llorando en silencio y observando a los presentes que se despedían de su hijo.

El rubio se retira, eso no fue de importancia para el albino ya que odia a ese sujeto, poco le importa lo que haga.

Los ojos azules de Shinya se encuentran irritados, necesita consuelo. Está ahogándose solo en su dolor cuando una cálida mano se posa en su hombro, está con pliegues pronunciados dándole a entender que pertenece a alguna anciana.

Al mirar hacia arriba confirma su teoría; una mujer a la que el blanco adorna sus cabellos, el tiempo es pronunciado en su rostro más la calidez de sus ojos y sonrisa alivian su dolor.

Es lamentable cuando alguien importante en nuestras vidas se va, este travieso mundo me demostró que las cosas nunca suceden como uno las planea. Cuando uno llega a la adultez piensa "los padres son los primeros en irse, después los hijos y así sucesivamente" pero no es así, a mí me tocó enterrar a mi esposo, luego a mi hijo con su esposa, y hace unos meses fue el turno de mi nieto. —su voz era cálida, sabia como cualquier mujer de ochenta y cinco años, pero contrario a sus ojos que se quebraban— aquello no es justo, pero no puedo hacer nada —con su pulgar delicadamente quita las lágrimas que descienden— cariño, entiendo tu dolor, solo soy una vieja que ha quedado sola en el mundo, pero tu aun tienes a tu compañero de vida —ambos miran en dirección a Guren quien se encuentra apartado llorando en silencio sin ser visto— es duro, pero sé que él está siendo fuerte por ti. Apóyate en tu marido, él te necesita, así como tú a él. Ambos son el pilar del otro.

Dicho eso, la octogenaria acomoda los cuatro ramilletes de flores que sostenía en un brazo y continua su camino.

Shinya la sigue con la mirada, pensando que en casa hay espacio para uno más. Una persona no debe partir en soledad.

See You Later, MikaWhere stories live. Discover now