6. He esperado

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El constante, y casi rítmico, teclear de la adulta se mezcló con el entorno y su concentración al sumergirse por completo en la lectura del manual, a tal grado que el término de la actividad de la mujer lo hizo detenerse por igual. Al ver el reloj notó que poco más de dos horas ya habían transcurrido.

La mujer por fin cerró su computadora, colocándola en el espacio entre su pierna izquierda y el brazo de su silla, que resultó tener ruedas. Se separó del escritorio y se movilizó con ayuda de una pequeña palanca en el descansa brazo izquierdo de la silla, dirigiéndose a la salida y yéndose sin decirles nada.

Como era de esperarse, la chica rebelde fue quien se levantó para intentar salir. Al colocar su mano en la manija sintió una ligera corriente eléctrica que la hizo soltarla por sorpresa más que por dolor, a pesar de eso volvió a intentarlo asegurándose de que no había sido coincidencia. Soportó el malestar hasta que al cuarto intento por abrir, se convenció de que era inútil, por eso comenzó a golpear desde dentro.

—¡Abran de una buena vez, hijos de puta! —La ira en sus golpes hizo a algunos encogerse, otros se sintieron alarmados por las represalias que su acción podía traerles a todos—. ¡Quiero mear, pendejos! ¿Esperan que lo haga en mi cama? —No hubo respuesta alguna, la chica sólo golpeó un par de veces más sin decir nada.

—El baño está a cuatro pasos de tu cama. —A la voz de Keith, la chica respondió volteando a verlo con ira mezclada con curiosidad, el resto de chicos casi contuvo el aliento por la osadía.

—¿Qué dijiste?

—Que el baño está del otro lado de tu cama, donde la pared está vacía. —Al repetirlo por fin la enfrentó con la mirada más decidida que creía poder hacer.

—Ya se te subió el puesto ¿no? —Caminó hacia él sin cambiar su expresión.

—No lo decidí yo pero pienso conservarlo un poco hasta que salga de aquí. —Esta vez sintió más confianza en sus palabras—. En estos momentos no tiene sentido que peleemos entre nosotros, ninguno tiene la fuerza o el conocimiento suficiente de la situación, así que entrena si lo que quieres es el puesto o para dejar este lugar.

Lo observó unos segundos hasta que le dio la espalda para dirigirse al baño, Keith casi suspiró al saber que se había salvado de algo peligroso debido a que él no tenía ninguna experiencia peleando o defendiéndose. Vio a la chica pararse donde debía estar el baño sin que nada pasara.

—Tres golpes ligeros... —al final su frase se interrumpió por el ruido que la chica hizo al patear con fuerza la supuesta puerta, logrando así que se abriera.

Entre los demás únicamente cuatro hablaron en parejas, el resto trató de concentrarse en el manual hasta que Keith preguntó por sus nombres, ya que los números eran visibles en las placas fijas a la pared sobre las cabeceras de sus camas.

No fue mucho el tiempo que les sobraba, aún así pudieron decir que todos eran de la misma escuela y mismo año, solo variando el grupo. Entre ellos pocos se conocían, lo que era normal en una escuela con diez grupos de segundo de preparatoria, los cuales podían tener entre treinta, cuarenta o más alumnos; únicamente cuatro de los chicos se conocían por haber ido en dos grupos iguales. Al final de su corta introducción, las luces se apagaron.

Keith tardó en lograr dormirse por la creciente preocupación de su amiga, tenía miedo que cada que la volviera a ver, cambiara hasta volverse irreconocible. Si bien ya no era la misma Celes que había reído con él hasta sentirse asfixiada, tenía aún una parte de su ser sarcástico y esa seguridad que solía mantener siempre oculta, además de que quería seguir creyendo que lo estaba tratando como un desconocido por la constante vigilancia bajo la que se encontraban.

También entretuvo su mente con el recuerdo de la distribución del mapa, creyendo que podría encontrar una ruta de escape con el tiempo; había partes que el mapa de su habitación que ni el del manual mostraba, lo que creía serían partes útiles para investigar; una vez que conociera la vigilancia y la forma de moverse ahí afuera creía que no sería tan difícil lograrlo.

Se despertó con el movimiento en su cama, las luces aún estaban apagadas exceptuando unos pequeños focos led que marcaban los límites del pasillo entre la camas. Keith distinguió a Celes en las sombras, estaba hincada al lado derecho de los pies de su cama, con la cabeza recostada sobre sus brazos, la notó jadeando así que se levantó rápidamente para ayudarla, aunque ella trató de empujarlo.

—¿Qué te hicieron? —Le preguntó en un susurro al guiarla hacia su cama, de nuevo lo empujó.

—Vete a dormir.

Celes se acostó dándole la espalda, él la observó unos momentos hasta que se dio por vencido al notar que ella con rapidez alcanzó el sueño profundo cuando su respiración se volvió más pausada, interrumpida en intervalos irregulares por espasmos de tos menos intensa que la anterior.

Dejó de verla al recostarse boca arriba, permitiendo que sus ojos le jugaran los característicos trucos que sucedían cuando uno veía directo hacia la oscuridad, siempre era lo mismo que creía ver cuando cerraba los ojos. Su mente no parecía calmarse ni con esa distracción tan simple que tantas noches atrás le había ayudado.

FuturoWhere stories live. Discover now