Capítulo XIII

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La brillante idea de Dinah me parece cada vez más brillante. Es como correr el riesgo de conocerla al fin y que todo vaya bien en adelante o echarlo todo a perder y no volver a saber nada más de Lauren el resto de mi vida. ¿Qué cosa tan grave puede suceder si un día me aparezco frente a ella? ¿Por qué tendría que mandarme al diablo? Ahora que lo pienso bien no tendría nada de malo. Si fuera al revés y ella me buscara yo no reaccionaría mal. Al contrario. Eso significaría que le importo. Que es capaz de arriesgarse por mí, que me necesita...

La vela ha vuelto. Pero hoy estaba sentado como una persona normal en la sala y conectado con el mundo. No había notado que es bastante atractivo. Lo que me incomoda un poco es cómo mi madre le sonríe y, además, se ve más linda. Se puso maquillaje y el perfume azul y carísimo que a veces me presta y que ella nunca usa o usaba, hasta ahora. No soy tonta. A mi madre le gusta, así que ahora tengo que investigar a la vela para asegurarme de que no sea un patán, un hombre casado, un aprovechador, un mujeriego, etc., etc. Cuando entré me dijo: "Hola, Camila", con una sonrisota. Me estiró la mano. "Buenas tardes, señor", le dije y luego salió mi mamá de la cocina con un plato de frutas diciendo: "Él es Cristóbal, amor". Que zarpe en su carabela que aquí no hay nada que descubrir, pensé, pero obviamente no lo dije. Tenía muchas tareas que hacer, pero también tenía que "vigilar" todos los movimientos de la vela así que me instalé en pleno comedor con libros y apuntes. Desde allí, podía escuchar fuerte y claro la conversación. No entendía nada. Primero hablaban de no sé qué chakras y energías, luego de mi tía Virginia. Eso me tranquilizó porque el tipo dijo que la conocía hace un montón de años y que eran buenos amigos. Quería decir que si era amigo de mi tía Virginia, no podía ser ni patán ni casado ni todas las cosas que se me ocurrían. Tenía que hablar con mi tía Virginia urgentemente. En un momento bajaron muchísimo la voz. Yo casi me caigo de la silla por estirarme tanto para escuchar. Plan B.

―Mami, ¿puedes venir un ratito?

―¿Qué necesitas? ―me respondió desde la sala.

―Es que no entiendo algo de Matemática.

―Voy, hija, pero ya sabes que para mí tu libro está en chino ―dijo levantándose.

―Este polinomio, ma... ―le dije señalando en el libro.

―¡Ay! Ni siquiera sabía que eso se llamaba "polimonio", Mila. ¿Cómo te voy a ayudar?

―¡POLINOMIO, mamá!

En eso, ¡zas!, la vela preguntó si podía ayudarme. Resulta que le encantaba las Matemáticas y que desde chico era "un trome, modestia aparte". Así dijo y, sin esperar que yo aceptara, se sentó a mi lado. La verdad es que no era broma que yo no entendía, pero ese no era exactamente mi Plan B. La vela empezó a explicarme mejor que la misma Miss Tapia de la escuela y al final logró hacer que entendiera todos los ejercicios en tiempo récord. Luego regresó a la sala con mi mamá que buena falta le hacía un babero. Le di las gracias a la vela y regresé a mi habitación como buena perdedora. Tengo que hablar con mi tía Virginia mañana mismo.

M e s s a g e s; camren. (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora