Capítulo 39

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El nuevo empleo de papá como entrenador de boxeo, era en nada menos que Inglaterra, Londres para ser exactos a 5567 km de mi ubicación actual y de todas las personas que conozco. No romper a llorar frente a mi padre fue un verdadero reto, porque no quería que él se sintiese mal por estar avanzando. El merecía volver a sentirse útil y poder trabajar de algo que ama hacer.

Pero en cuanto se marchó de mi cuarto, vacié mis reservas de agua a través de mis ojos. Más tarde ese día, Leah vino a casa a buscar su auto y observó con detenimiento mi mirada.

̶̶¿Qué ocurre, Kara?- dijo casi susurrando mientras me rodeaba con sus brazos en el porsche de mi casa. ̶̶ Ven, entremos.

Mis sentimientos estaban tan a flor de piel, que escupí todo en segundos. La mujer sentada frente a mi, quedó perpleja y se echó a llorar en mi regazo momentos después.

̶ ¿Cuándo te marchas?̶   habló con la voz entrecortada.

̶ La semana entrante.̶ respondí sin sentir las agallas de mirarla a los ojos.

̶ ¡Pero eso es dentro de 4 días!̶

Y volvió a llorar como un bebe, y esta vez lo hice con ella. El tipo de amistad que tengo con Leah, es del tipo que solo se haya una sola vez en la vida. 

Lea además, era especial. Era muy espontánea, incurablemente romántica y me inició en los videojuegos mientras que yo a ella en las novelas y aunque lee mala literatura, su imaginación me abrió otras puertas. Tenemos un juego: mirar el cielo, buscar la forma de las nubes e inventar grandes historias. Hay personas no tienen esa suerte, no tienen amigos que miren las nubes.

̶ Tengo una idea.̶ exclamó.

̶ Suéltalo.̶

̶ No podemos evitar que te vayas el lunes, pero si podemos disfrutar al máximo los días que nos quedan.̶ declaró con una chispa en sus ojos.̶ ¿Recuerdas la casa que tiene mi padre en el lago, cerca de las colinas? Pasemos el tiempo que nos queda allí, incluso podrías invitar a Ares.

-Eso suena genial, ademas podría decirle que me voy cuando estemos allí. ̶ dije con el tono de voz un poco seco.

̶ ¿Qué ocurre? ̶

̶ No había pensado en lo difícil que será contarle, hasta ahora.

Horas más tarde, yo había invitado a Lobo y a Marlon a la casa de verano de Leah. Y ya nos encontrábamos en su auto, en camino. Papá accedió ya que él también pensaba que necesitaba despedirme dignamente de todas las personas que quería.

La cabaña estaba a 45 minutos de la ciudad, entre las colinas, junto a un gran lago con agua tan serena como el cielo, que ese día se encontraba repleto de nubes y luminoso como si John Constable lo hubiera pintado solo para nosotros. Tuvimos que caminar por un sendero rodeado de árboles para llegar a la cabaña donde pasaríamos 3 días. Lobo me sorprendió al saludarme con un dulce beso en la mejilla, y yo no solté su mano en todo el camino hasta la casa.

Una cordillera de montañas se alza majestuosamente en el horizonte, y en sus cumbres se pueden apreciar los restos de las últimas nevadas del invierno que parecen espuma blanca. Cientos de árboles como gigantes poderosos, dominan todo el valle. Bajo ellos a la orilla del lago, se ve la la pequeña cabaña de madera, hecha a base de troncos.
Y, una brisa de aire fresco completa este paraíso, que otorga, a quien lo contempla, calma, paz y tranquilidad.

 Cuando por fin dejamos nuestros bolsos eran alrededor de las 7 pm y el sol se escondía tiñendo el cielo de tonos naranjas que anticipaban la noche. La suave brisa que adornaba el aire ahora se torno mas fria y encendimos una fogata, comimos malvaviscos y tomamos whisky mientras Leah recitaba entre carcajadas historias sobre nuestra adolescencia en la escuela. Y cuando ella paró para susurrarse cosas con Marlon, Ares entrelazo su mano con la mía mientras que con la otra encendía un cigarro. Generalmente no me atraía el aroma del tabaco, pero en Ares todo parecía extrañamente atractivo.

En cuanto la noche se nos vino encima, Leah y Marlon decidieron dar un paseo por el bosque. En cambio, nosotros decidimos trasladar la velada al interior de la cabaña. 


ARESWhere stories live. Discover now