Inquilino sin Nombre

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No se imaginan lo que es convivir de esta manera; si bien, y con mucha razón, dirán que vivir con el enemigo es preterir de la paz cotidiana. En mi caso, y ciertamente en mi ineludible situación, no puedo ni sentir el placebo de maquinar la desgracia ajena del antagonista: dadas circunstancias intrínsecas su ruina es también la mía.

No quiero dar una imagen errónea ni confundir las cosas, es cierto que (pese a lo escrito anteriormente) no es mi enemigo propiamente dicho, e incluso, pasamos momentos gratos de satisfacción mutua; a pesar de todo, y desde lo más íntimo de mi ser, brota a borbotones un desprecio y odio desmesurados. Es esta animosidad constante la que se sobrepone a esos momentos felices y opaca cualquier reconciliación posible. Pareciera que no sólo compartimos morada sino que su presencia además de seguirme, en un acto rocambolesco, me condiciona y saca lo peor de mí. Pese a ello, y aún con todo, me parece poca razón para semejante inquina. Le culpo de mis desgracias, es cierto; si es que dice algo, es para verbalizar la opción inviable; si hace algo, es para inducirme al error y, si piensa algo, su deseo se cuela por los intersticios de mi accionar. Aun así, sopesando las vicisitudes mencionadas, sigo pensando que éstas no son razones suficientes.

Ya estoy llegando a casa y me desespera saberlo ocupando espacios antes llenados por mí, veo el camino y lo conozco hollado por ambos, ¡cuánta impotencia! Me he visto en necesidad de privarme de ciertos placeres en la extraña (fútil) idea de una posible analogía entre nuestras acciones; pero, como escribo antes y como propongo ahora: si tal analogía existe, su culminación es una espada de doble filo; no hay goce alguno al someternos al mismo dolor, no desde mi perspectiva, por lo que declino.

Saco del bolsillo mi llave (a pesar de ser la única tiene llavero) y abro el cerrojo en el umbral; penetro la instancia resignado y posteriores saludos a familia y amigos entro a un cuarto a verlo. Sobre el piso y a un costado de la cama, hay un espejo de cuerpo entero, paso frente a él y lo veo, ¡como lo odio!

Inquilino sin NombreWhere stories live. Discover now