Parte 10

642 45 48
                                    

Las cosas parecieron volver a la normalidad poco a poco. Carlitos no volvió a ponerse el anillo en su dedo, le dijo que también le molestaba, así que lo puso en una cadenita y lo colgó en su cuello.

Su papá había vuelto a llamarlos para decirles que tenía un trabajo, al principio dudaron, pero la plata ya se les estaba terminando y tuvieron que aceptar aunque no quisieran hacerlo.

Su padre parecía resignarse de a poco a que no iba a dejar a Carlitos, que el chico iba a estar siempre a su lado, y que no era una calentura de pendejos. El robo era en una fina tintorería de Recoleta, en donde uno de sus empleados había recurrido a su padre para comentarle que había mucha guita luego de un préstamo que el dueño había sacado del banco.

-¿No tiene custodio? – pregunto Ramón.

-¿Qué custodio puede tener una tintorería por más fina que sea? – cuestiono su papá.

-La última vez nos mandaste a una ferretería de mala muerte y tenía.

-Ya me aseguré, tienen paso libre.

-Más te vale, José – le dijo Carlitos – Ya estamos podridos de ensuciarnos las manos por vos.

Sin más que decirle se marcharon de ahí, esperando pacientes a que llegue la hora de hacer el trabajo.

La noche estaba fría y tranquila. Carlitos entro a la tintorería por la claraboya del baño, y le abrió la persiana a Ramón. El dinero estaba muy mal escondido debajo de la madera en donde estaba apoyada la caja en el mostrador, era bastante, así que Ramón se apuró a guardar todos los fajos de billetes en el bolso.

Mientras tanto, Carlitos revisaba curioso la ropa colgada y limpia que estaban en bolsas, prolijamente acomodadas para ser entregadas a sus dueños.

-Podemos llevarnos algún traje para la fiesta de la escuela – le dijo Carlitos.

Ramón prefirió no contestarle, le revolvía las tripas recordar esa fiesta en la cual estaría Renato, y sabía muy bien que Carlitos solo quería ir por esa razón. Había intentado sacarle el tema del reformatorio varias veces, pero había averiguado muy poco. Solo le contó que había estado allí cuatro meses hasta cumplir los 18 años, que lo habían mandado ahí después de haberle robado el auto a uno de sus profesores en la otra escuela. Cuando salió lo anotaron a la industrial para que termine sus estudios, y el resto era historia. Respecto a Renato le había dicho que fue su amigo desde que llego al lugar y que juntos se ayudaron a sobrellevar el encierro, la rutina y la monotonía propia de un reformatorio. Cada vez que quería ir más a fondo respecto al chico o la relación que habían tenido, Carlitos desviaba la conversación.

-Ramón.

Cuando giró a mirarlo se quedó sorprendido y con la boca abierta. Carlitos se había puesto una fina tela blanca sobre su cabeza, estaba bordada en hilo y algunas perlas, le caía sobre su cara, sus hombros y toda la espalda hasta llegar al piso. Era un velo de novia, su mamá llevaba uno parecido a ese en la única foto que había en la casa del casamiento de sus padres.

PENDEJO /El ángel/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora