CAPÍTULO XXVII

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Este es un capítulo que en lo personal esperé mucho, quizás no es tan trascendente en temas oscuros de la trama, pero para mí son capítulos valiosos que no dejaré de escribir aunque para muchos sean de relleno.

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JUNIO


De poder elegir habría optado por quedarse en su casa, ya fuera en la bañera o en la piscina con agua especial, sin embargo Arnold había preferido un ambiente más controlado, por si algo salía mal, no había ninguna señal de que fuera a requerir una cesárea, Abigail estaba en posición desde hacía más de 3 semanas, empero ella conocía que cualquier cosa podía pasar y con ese sólido argumento había desistido de estar en la tranquilidad de su casa.

No hacía mucho habían llegado, casi todo el trabajo de parto prefirió efectuarlo en casa, ya sabía cómo era eso, no habría parto hasta que no tuviera 10 cm de dilatación, desde luego ni François, ni ella habían esperado tanto, no arriesgarían a Abigail, pero moverse de su casa antes de siquiera haber tenido 7 cm era francamente infructuoso.

Nadie le decía a una primeriza que los trabajos de parto eran largos, que no bastaba con que aparecieran las contracciones, que tenían que ser muy seguidas y prolongadas para que algo genuino pasara, pero afortunadamente ella ya no era una primeriza y aunque las cosas con Abigail estaban un poco diferentes a las de Maximilien, al menos sabía que no debía dejarse guiar por la ansiedad.

En ese instante por ejemplo hacía lo único que podía llevar a cabo, caminaba y hacía leves sentadillas para fomentar que todo fuera más rápido, cuando las contracciones venían se limitaba a respirar como tantas veces le habían enseñado en los cursos a los que fueron, no había nada más qué hacer, sólo esperar y aguantar estoicamente el dolor que experimentaba.

El parto era un momento agridulce, nadie podía contar lo mucho que lo era si no lo había vivido, era agrio porque el dolor era espantoso, pocos dolores se equiparaban a esos, era dulce porque por fin esa espera tan larga terminaría y llegaría a su vida esa personita que ya tenía todo tu amor.

Rebecca además sabía que era afortunada, muchas mujeres tenían que pasar por eso solas, ella no, ella tenía a su François viviéndolo todo con ella, ahí donde estaba se encontraba tan trasnochado como ella lo estaba, desde que habían iniciado las contracciones, él no había pegado el ojo, aunque ella se lo había sugerido, al contrario, cada vez que una arribaba simplemente le ayudaba con el movimiento de caderas y hacía leves masajes en la zona.

Cuando había tenido a Maximilien por ser una sala de partos, habían otras dos mujeres en su misma situación y su respuesta con sus esposos era diferente a la que asumía Rebecca, una le gritaba que lo odiaba, mientras le pegaba puños, otra estaba simplemente respirando muy mal, mientras su marido estaba centrado en su celular, recordar esas cosas la hacía pensar en lo diferentes que eran François y ella, él susurrando frases de aliento y amor y ella al menos no culpándolo por el dolor que sentía, era absurdo adjudicarle algo así al esposo, cuando para procrear un niño se necesitaban dos.

Además las mejores cosas en la vida siempre requerían de enormes sacrificios, un bebé no era la excepción, de las pocas cosas lindas que Raquel le había dicho en aquel instante es que no se preocupara, que el cuerpo hacía todo el trabajo, eso era parcialmente cierto, el cuerpo si sabía cómo operar, por eso las contracciones se presentaban, para empujar el útero y forzar el bebé a salir, también por eso el cuello del útero debía borrarse, para que la cabeza del bebé encontrara el canal vaginal y también por eso ésta última debía dilatarse, para que la cabeza de su bebé saliera.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Where stories live. Discover now