Capítulo 42

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El salón de clase se sentía demasiado lleno de gente, muchos sospechosos y pocas pistas

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El salón de clase se sentía demasiado lleno de gente, muchos sospechosos y pocas pistas.  Las respuestas parecían cada vez más lejanas y mantener la esperanza era mi única opción.

La primera hora de la mañana no la compartía con Ada, por lo que tampoco estaría Eros.  Ni siquiera estaba Agnes, alias Hedoné, para hacerle compañía a mis nervios, de modo que tendría que conformarme con mis compañeros mortales.

Me detuve en esa última frase.

—Comienzo a pensar como ellos —mascullé.

El lugar disponible a mi lado fue ocupado por Agustín, quien balbuceó algo similar a un hola antes de sentarse en completo silencio.  Desde ayer su actitud me venía sorprendiendo, primero su violenta reacción en el comedor y ahora su ceñudo semblante.

—¿Cómo está Nick? —inquirí, apuntando a la ausencia de su amigo como la única causa posible.

Mi pregunta lo sacó de su letargo.

—Esta bien —contestó—. Su recuperación tardará.

—Imagino que sí —suspiré, dejándome caer sobre el pupitre.

Y realmente lo visualicé en mi mente, me puse en sus zapatos y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.  Si para mí había sido impactante que una noche se me apareciera un hombre en mi cuarto asegurando ser el dios del amor, para Nick, ver a dos de sus amigas convertirse en piedra debió ser sencillamente traumático.  Lo peor, en vez de ayudarlo, había tenido que abandonarlo con Apolo y su incontrolable lívido.

Cuando la clase acabó y al fin pude abandonar el salón, miré por la ventana del pasillo y no pude evitar hablarle al vacío.

—¿Hay alguno allá arriba con ganas de ayudar? —pregunté al cielo.

Sin embargo el horizonte seguía tan nublado como el día anterior.

—Es una lástima que se echara a perder la máquina de café con este frío —suspiró una chica que pasó detrás de mí.

—¿Qué? —Rápidamente me di la vuelta y la intercepté.

—La máquina de la cafetería está mala, no hay café —repitió la joven antes de seguir su camino.

Me di la vuelta para comprobar el milagro por mí misma.  En el lugar de los hechos encontré a Hedoné, con la satisfacción dibujada en su rostro.

—¿Fuiste tú? —interrogué.

—Conoce a la nueva diosa de la sabiduría —contestó sonriente—.  Acabo de reducir considerablemente el número de sospechosos.

La verdad, no podía discutir ese punto y tampoco tenía ganas de hacerlo.

Un osado estudiante se acercó a nosotras.  Desde que Hedoné pasaba sus días fingiendo ser una universitaria, la atención de media facultad estaba puesta en ella. Y debo decir que la sabía manejar bastante bien.

Cupido Otra Vez [#2] Where stories live. Discover now