HyukVi

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Rara vez le pasaba aquello, pero esa mañana, al despertar y mirarlo a su lado, recordó cuando se conocieron, años atrás, en la preparatoria, esas memorias le llenaron la cabeza en un segundo y sonrió enamorado sin remedio.

-Buenos días, guapo, ya despierta.

Parecía un hechizo, porque no importaba si la alarma del móvil timbraba cerca de diez veces, si caían truenos o si se anunciaba el fin del mundo, la única cosa que podía despertar a Wonsik era la dulce voz de Hyuk y el suave tacto de sus manos acariciando con cuidado su cabello. Abrió los ojos con pereza, divisó al menor y sonrió breve antes de girarse en la cama boca abajo, abrazándose a la almohada.

-Cinco minutos, por favor, Hyukkie.

-No, ya levántate.

Sintió frío después en señal que Sanghyuk había bajado de la cama, pero siguió acurrucado a su almohada, queriendo descansar; era una lástima que no pudiera hacerlo, pero esa lástima de todos modos le hizo sonreír. Pocos segundos habían pasado antes de que su esposo volviera a la cama, a su lado, pero no lo había hecho solo, sintió unas manitas palmeando con brusquedad su espalda y luego un manotazo entorpecido en su cabeza seguido del balbuceo más bonito que en su vida había escuchado.

-Ba... Bba-pa-... Bpha-bpha.

-"Buenos días, papi~." –Dijo Sanghyuk con una voz suave y delicada.

-Buenos días, princesa. –Respondió Wonsik, girando de lado en la cama para ver a su hija.

-Cuídala, voy a ver si Hyuntae ya despertó.

Hyuk había abandonado la cama una segunda vez, y sin distracciones salió de la habitación, la puerta estaba abierta, y frente a la misma, al otro lado del angosto pasillo, había otra habitación igualmente con la puerta abierta, esto hacía que hubiera una línea visual perfecta de cama a cama, pero de todos modos fue a buscar a su hijo, quien seguía dormido, lo cual no era muy raro, había heredado el sueño pesado de Wonsik sin lugar a dudas. Consideró despertar al infante de 3 añitos, pero no tuvo corazón para ello, por eso, solo se inclinó a besarle la cabeza antes de dirigirse al baño. Su sorpresa se la llevó a cabo cuando vio al mayor caminando por el pasillo hacia la cocina, probablemente, cargando animado a la pequeña Sangmi, quien ahora olía a talco por un cambio de pañal nuevo; apresuró el paso, para alcanzarle los talones.

-¿Qué haces?

-Tengo hambre.

-Wonsik. –Insistió. –Sabes lo que dijo el doctor.

-Ya pasaron seis meses, Hyuk, estoy bien.

-Como sea, no puedes cargarla por tanto tiempo.

-No dramatices, ¿no puedo cargar a mi propia hija acaso?

-... Sí, sí puedes. –Respondió vencido al ver esa mirada de cachorro bajo la lluvia que Wonsik le regaló. –Iré al baño rápido, cuando regrese yo me encargo de ella. Y no hagas tantos esfuerzos, por favor.

-No me voy a abrir a la mitad ni se me saldrán los intestinos, exagerado, te repito que ya pasaron...

-Ya, ya, ya.

Sin querer hacer un pleito innecesario tan temprano, Hyuk besó con dulzura una de las mejillas de Wonsik, cercano a su patilla y le rozó un poco la punta de la nariz en un gesto lleno de amor. Se murmuraron sus sentimientos y finalmente se sonrieron. Lo hacían cada que querían reconciliarse antes de siquiera discutir, porque nunca les había gustado pasar ese tipo de cosas absurdas, cada uno, con el hombre a quien nombraron ser el amor de sus vidas.

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