Jacintos.

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Las semanas se le escaparon de las manos, cuando menos lo pensó, ya iba de aquí para allá entrelazando dedos con Steve. Tuvieron algunas citas, cenaron y vieron películas en las tardes lluviosas de domingo. El florista comentó qué el dibujo estaba casi terminado, solo necesitaba realizarle unos últimos detalles, pero prontamente lo tendría listo para entregar. Ellos solían encontrarse en el departamento del menor, Steve llevó una que otra vez a Tony a su pequeño hogar, pero todo era un lio de lienzos, paletas y pomos de pintura a medio usar, así que el mayor prefería caminar hasta dar con el edificio de su amigo.

Ellos no tenían definida una etiqueta para su pequeña relación, solo comenzó y fue surgiendo con los días, las semanas, hasta llegar al mes. No le daban demasiada importancia, quizá si lo forzaban de más llegarían a romperlo y preferían que todo siguiera como hasta el momento.

–¿Deberíamos pedir algo de comer? –Steve se estiró sobre el sofá, sus piernas iban entrelazadas con las de Tony, ambos estaban recostados. El más bajo sobre el más alto, Tony enterró su nariz en el pecho de Steve y murmuró algo como: No quiero moverme. –Déjame tomar mi teléfono, pediré una pizza.

–Bésame y quizás te lo dé. –El menor se deslizó sobre el pecho contrario, chocando con su mentón cubierto de barba y dando finalmente con su objetivo, sus labios, lentamente tomó una posición bastante comprometedora sobre el cuerpo contrario. Las piernas a ambos lados de las caderas y sus muslos rozando la entrepierna del más alto. –Hoy se me apetece comer otra cosa.

Tony siempre demostraba ser alguien tranquilo y calmado, normalmente en sus citas le permitía elegir sin chistar dónde comerían, qué comerían y cuándo. Aunque en el momento de estar a solas en una habitación, la situación cambiaba completamente. Le encantaba eso, adoraba la manera en la que tomaba la iniciativa, al comienzo torpe y tímido, para dejarse llevar por completo. Sintió como su playera iba subiendo al tiempo que las manos morenas se abrían paso entre su abdomen, le daba cosquillas tenerlo así sobre su cuerpo. Stark estaba lleno de sorpresas y estaba ansioso por descubrirlas todas. Sintió como la entrepierna contraria comenzaba a rozar con más fuerza sobre a la suya.

–¿En serio quieres hacer esto conmigo? –Alguna vez, en alguna de sus charlas nocturnas por teléfono, Tony le comentó que nunca ha tenido sexo con un hombre. No le sorprendía que lo haya hecho con mujeres, el chiquillo era atractivo y si se lo proponía un poco, era bastante seductor.

–¿Crees que estaría en esta posición sino fuera así? –Murmuró contra el lóbulo ajeno, Steve había tomado asiento y sostenía con firmeza las caderas del menor.

–Prometo que seré cuidadoso.

–Por favor, no lo seas...

Se sumergieron en uno de los mejores besos que alguna vez tuvieron, lento y cargado de cualquier sentimiento. Tony intentaba que la distancia entre ambos cuerpos fuera mínima, quería fundirse con Steve en uno solo, lo quería solo para él. Enterró sus dedos en el cabello rubio, lo atrajo aún más, lo deseaba con tanta fuerza que le era doloroso tener que separarse para respirar. –Tranquilo, pequeño. Tenemos todo el día. –Susurró pasando suavemente uno de sus dedos sobre los labios hinchados del moreno.

Como si el destino, el universo o quién sea que gobernara aquellas cuestiones de la vida, lo odiara profundamente. Su teléfono vibró, estaba a punto de dejar pasar la llamada, dejarla porque no quería que nadie arruinara ese momento, no quería que se rompiera el ambiente. Desvió vagamente la mirada a la pantalla de su celular y chocó con la palabra que no quería ver, no en un momento así.

–Tienes que irte. –Se incorporó y comenzó a ordenar el lugar, Steve, que no entendía qué estaba ocurriendo, soltó una carcajada pequeña en dirección al histérico chico.

Libro de flores. [Stony]Where stories live. Discover now