Quince

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Sophia

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Sophia

—¿Qué tratas de decirme, Ernesto? —Mi representante sonrió mientras sacaba papeles de una carpeta colocándolos en la mesa de café que estaba en la sala de mi apartamento, donde nos encontrábamos en ese momento.

Bajé las piernas del sofá y agarré los papeles que al parecer eran pósters donde se leía en grande: La bella durmiente.

—Tus logros han llegado a sus oídos Sophia. Es la tercera vez que te presentarás en el Palacio de Bellas Artes; has hecho ruido en tu área que por primera vez, en lugar de buscar, te ofrecen una audición para su estelar.

No me veía pero estaba segura que mis ojos brillaban y mi sonrisa partiría mi cara en dos por lo inmensa que era.

—Si logro quedar sería la primera vez que saliera del país —murmuré.

—Así es, tendrías tu primer tour por Latinoamérica.

Volteé a ver a un sonriente Ernesto y puse una mano sobre la suya colocada en la mesa intentando transmitirle lo agradecida que me encontraba. Desde mis dieciocho y con el inicio de mi carrera profesional siempre estuvo ahí intentando conseguir los mejores tratos, manteniéndome con los pies en la tierra y asegurándose de que no me convirtiera en comida para los grandes tiburones de la industria artística; podría decirse que suplió el rol de padre en algunos aspectos importantes de mi vida, pues siempre celebraba mis triunfos como suyos.

—Muchas gracias, Ernesto.

—Nada que agradecer, linda. Todo lo has hecho tú. —Palmeó mi mano y se levantó con portafolio en mano, me puse de pie igual y lo acompañé a la puerta—. Me retiro, observa bien la oferta y requisitos, pronto hablaremos más sobre esto.

Asentí abriendo la puerta, sin embargo antes de marcharse giró a verme nuevamente.

—¿Qué ocurrió con el muchacho del metro?

Mi respiración se detuvo un poco y parpadeé repetidas veces haciendo que mi nerviosismo para él fuera notorio, después de todo llevaba años de conocerme.

Sus hombros se sacudieron un poco por la ligera risa que soltó.

—Ya veo. —Sonrió—. ¿Sabes que nadie puede criticarte por con quién sales, verdad? A final de cuentas solo tú conoces en verdad a las personas.

Me miró intensamente haciéndome mirar los pies por un segundo antes de volver a enderezarme; la mayor parte del tiempo no existía el nerviosismo o mejillas sonrojadas en mí, después de todo yo vivía en los escenarios, pero existían ciertos temas que por más que quisiera me hacían incomodar.

Ephemerality ©Where stories live. Discover now