CAPÍTULO 13 | Semillas de rencor.

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Mis extremidades se llenan de frío hasta llegar a mi vagina, cada centímetro de ella se eriza sin ningún control y tiemblo contra mi voluntad.

Así que decido abrir lentamente los ojos hasta parpadear.

—Has vuelto. —susurra una voz masculina.

Me encuentro en un lugar oscuro con existencia de cortinas largas y algunas ventanas. Siento que ya había estado aquí antes.

» —Te esperaba con muchas ansias.

Vuelve aquel susurro que invade mis sentidos auditivos.

Puedo notar que en varias paredes están colgadas las cabezas de ciervos disecados, muy parecidas al que tome del bosque antes de aquel encuentro.

Espera... Ahora lo recuerdo, esta es su habitación.

» —¿Cómo te sientes?

Dice el Hombre Oscuro sentado en su sillón mientras me observa.

¿Qué carajos le importa como estoy? Vive haciéndome daño la mayor parte del tiempo y ahora intenta preocuparse.

—Tengo frío, Señor.

Dirijo la mirada hacia mi cuerpo y estoy totalmente desnuda.

Además no puedo moverme, mis manos y pies están atadas con una cuerda de manila en cada esquina de la cama.

—Shh, quedad quieta. —continua susurrando.

Intento librarme pero es imposible, así que me dejo caer.

—Lo que vaya hacer, hágalo rápido. Señor.

En ese momento, el Hombre Oscuro se levanta y camina lentamente por la orilla de la cama. Mientras lo hace, pasa algún objeto frío y de metal por mi pierna derecha que me hace exaltar.

—Mientras más lento sea... Más disfrutaremos.

Sus palabras hacen que me convierta en un batido de nervios.

—No me haga daño, por favor. —suplico.

Él se acerca mucho hasta tener su rostro a centímetros del mío, puedo sentir su respiración en mi mejilla y ver esos ojos llenos de deseo.

—Créeme, el dolor lo convertirás en placer.

Madre santa.

Se aleja un poco, toma una jarra llena de agua y sirve en un vaso de vidrio pero no bebe nada. En su mano sostiene una bola de metal plateada con un sujetador, y la sumerge hasta dejarla cubierta de mucho líquido.

Da algunos pasos hacia la parte inferior y observa mi sexo.

» —Levanta tu cadera.

Hago lo que me dice sin oponerme.

Sube rápidamente a la cama y en un ágil movimiento introduce la bola en mi ano dejando el sujetador por fuera.

Joder.

Siento como se acomoda entre mis paredes internas, es algo pesada y está muy fría. Mi cuerpo se llena de escalofríos completamente.

» —No puedes dejar que salga hasta que yo lo decida. —me ordena.

Luego, baja hacia mi vagina y le da un beso rápido. Lo hace repetitivas veces hasta que pasa la lengua de forma plana y con mucha suavidad.

Oh, Dios mío.

» —Dejad de moverte.

Habla muy serio y vuelve a repetirlo.

Mi cintura ladea de un lado a otro descontrolando mi cuerpo, él la toma con sus fuertes manos y evita la movilidad.

LA CHICA DEL BOSQUE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora