1

890 56 281
                                    


Respiró hondo de nuevo, tomando aire por la nariz y soltándolo lentamente por la boca. Intentaba relajarse, prepararse mentalmente para la noche que estaba a punto de vivir, pero no servía de nada. Se tiró el flequillo rubio hacia atrás de nuevo, maldiciendo aquellos mechones por no quedarse en su sitio. Pero no quería ponerse más laca. No quería que todos pensaran que se había arreglado mucho, que le daba mucha importancia a aquella noche.

Pero realmente le daba importancia. Porque aquella noche los volvería a ver, a los dos chicos que le cambiaron la vida, para bien o para mal. Más bien para mal, pensaba Raoul, porque desde que tomó la decisión de separarse de ellos todo le había ido como una mierda. Bueno, a ver, tampoco era para tanto, pero es que a Raoul le encantaba exagerar. Era un dramático, y su nivel de nerviosismo no hacía más que aumentar cada vez que pensaba en que tendría que volver a verlos.

Aquella noche era la reunión de instituto. Se iba a reencontrar con toda su clase después de diez años, y no dejaba de pensar que quería matar a quien se le hubiera ocurrido inventar aquel tipo de reuniones. Solamente servían para que los que ahora tenían una vida estupenda y les había ido todo bien se lo restragaran por la cara a los que seguían siendo unos pringados y tenían una vida de mierda. Él era de los segundos. Porque desde luego trabajar de repartidor en una pizzería y vivir con su hermano y la novia de este porque no podía pagar ni un piso compartido no era triunfar en la vida.

No le apetecía tener que compartir esa parte de su vida con sus ex-compañeros, pero le apetecía aún menos tener que ver a Alfred y Agoney.

Para resumir la historia, Alfred y Raoul habían sido mejores amigos toda la infancia, desde principios de primaria. Cuando iban a segundo de bachillerato llegó un chico nuevo, Agoney, del cual los dos se encoñaron un poco. Pero luego pasó a formar parte del grupo, así que lo dejaron pasar. Hasta aquel verano, cuando decidieron ir todos de viaje antes de empezar la universidad. Se supone que iba a ser el mejor verano de su vida, pero fue el peor. Porque resulta que en aquellas semanas Alfred y Raoul se liaron los dos con Agoney, y cuando se enteraron se lío una buena. Discutieron mucho, y después de aquel viaje no se volvieron a ver nunca más. Una amistad de tantos años a la mierda por un chico. Aunque no fue exactamente por eso, al menos para Raoul. Y es que él llevaba años enamorado de Alfred, y después de todo aquello se le hizo demasiado duro seguir siendo su amigo. Aunque nunca se lo dijo, claro. Aquel secreto se lo guardó para él.

Y ahora ahí estaba. A punto de salir de casa. A punto de verlos a los dos de nuevo. Por suerte también iban a estar Miriam y Amaia, que todavía se hablaba con ellas. Eran las únicas amigas que conservaba del instituto, y aunque sabía que ellas también se llevaban con Alfred y Agoney, nunca hablaban de ellos cuando estaban juntos. Lo último que supo de esos dos fue que estaban juntos porque lo vio por Facebook, pero de eso hacía ya cuatro años por lo menos.

Tomó aire por última vez, volviéndose a poner bien el flequillo, y salió de casa.

***

–¡Raoul! –dijo Amaia, corriendo hacia él. –Estás guapísimo.

La chica lo envolvió en un gran abrazo mientras Raoul sonreía al oler su pelo.

–Tú también. –dijo al separarse. –¿Dónde está tu mujer?

–Aquí. –oyó detrás de él, y se giró para encontrarse a Miriam con una enorme barriga caminando hacia ellos. –Que yo no puedo correr, amigo.

–Dios, Miriam. –dijo Raoul al verla. –¿Pero qué llevas ahí dentro?

–Un alien, por lo menos. –dijo. –Que salga ya, por dios.

Siempre TúWhere stories live. Discover now