ERATÓ: CONFESION DE UN POETA SILENTE

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Era lírica su penetrante mirada,
su increíble sensación de bondad en ella, de sutileza,
de fémina divina que me hacía despertar un hilo de locura,
de tanto encanto o hechizo,
de su prohibido querer,
de imaginar robar su atención,
al menos,
un pequeño instante por las noches cuando detallaba sus hombros,
de perfectas medidas,
como dibujados por el mismísimo Eros.
Su lienzo de piel parecía invitarme a escribir cuanta locura viniera a mi cabeza,
con aquella inspiración que confunde, que asusta,
que nos dibuja dos alas revoloteando en nuestra mente,
tan épicas como la prosa tatuada en sus labios carmesí.
No sabía si era Calíope,
diosa de la elocuencia o Erató por haber inspirado este repentino escrito que llevaba en mi mente cada noche cuando sumergía mis ojos en ese increíble universo suyo.
Bastaba con ver su hermosa cara y ya era yo un ávido espectador de su arte, matiz natural del color de sus inquietantes ojos de miel y aquellos labios que adornaban su divina sonrisa.
Por momentos quise decírselo y dos cartas escritas que jamás entregué por el miedo que me embargaba adentrarme sin permiso,
en su calma,
en su mundo de magia divina,
son testigas y guardan ese secreto en cada línea de tinta y deseo;
es el debido respeto que merece su encanto,
que no es mío y disfruto acariciar desde lejos con mis letras y mis versos.
De pronto le trajo un halo de misterio saber qué veía yo en su mirada y aceptó por única vez describir la lírica de sus ojos y esa sensación de bondad en ella,
de sutileza,
de fémina divina que despertó esta locura,
de tanto encanto o hechizo,
de ese lienzo de piel de Erató que me trajo estas letras, estos versos.


ISAYO

POESIA ERÓTICA Y OTROS DEMONIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora