El Tribunal

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El Tribunal

—Mire, señoría, yo reconozco mi estafa. Vaya, el hurto del arma, lo reconozco..., es más, lo confieso ¡vaya!, pero el problema no fue como dijo ese fiana ¡vaya! eso es engaño, trampa de él, lo jorobó todo. ¡Qué sea hombre y diga la verdad aquí, vaya!

El juez interrumpió al acusado que se mantenía bien custodiado. Era un negro de rasgos malvados y de poca instrucción.

—Ciudadano, haga el favor de comportarse, le exijo respeto en este tribunal, el término y la forma utilizada por usted para referirse al compañero policía es peyorativa, me parece irónico y ofensivo..., corrija sus modales, él es una autoridad y representa el orden y la tranquilidad ciudadana.

—Ta' bien, ta' bien, su señoría, disculpe usted y la autoridad. Pero como le estaba diciendo, yo no le arrebaté el arma al policía, como dijo, él solito la entregó, señoría ¡vaya!...

—¡Lo que hay que escuchar en este tribunal! Explíquese, acusado.

—Se lo juro por la virgencita, su señoría, ¡vaya!, que me trague la tierra, mire, yo estaba ese fin de año echándome unos buches de ron en la casa de un consortico y fue cuando pillé al policía, ¡vaya!... el guardia pa' que usted me entienda, su señoría, el bárbaro se estaba tocando. Vaya, solo tuve que esperar la media noche... yo sabía que se iba a emborrachar, se daba uno cañangazo de ron, para qué contar, fue entonces cuando me colé en el sector. Él estaba achantado con tremendo vuele y la pistola tirada a un lado, entonces la tomé. Con la pistola yo resolvía, no me interesaba la planta chismosa y los cañones grandes, ¡vaya! las dos AK ni las miré, eso te complica mucho, con la pistola mataba jugada.

—Bien, bien, creo haber entendido algo de su historia, acusado... lo esencial... pero explíquese mejor, por lo que pude entender usted no necesitaba los dos fusiles AK, y sí la pistola del Policía, mi duda es ¿por qué necesitaba un arma de fuego... ¿Acaso iba a matar a otra persona? —inquirió el juez.

—¡No!, yo nunca me he llevado a nadie, lo mío son los trompones, las lesiones, la moña, la estafa, matar no es mi tema... lo que pasa es que yo tenía moña con un tipo del Canal, eran dos, un dúo, y estaban ensillados, ¡lo dos andaban con un hierro! Tenía que emparejar el combate, su señoría ¡vaya!

—Para ganar en claridad, y por lo que pude entender, le pregunto, ¿los sujetos con los que usted tenía problemas estaban armados?

—Sí, su señoría.

—Ahora tiene lógica toda su jerigonza, pero su confesión es gravísima acusado, por lo tanto, le exijo los nombres de esos ciudadanos.

—Usted tranquilo, su señoría, que mai va a decir lo que sabe. Los nombres, bueno, de los nombres no estoy seguro, ¡vaya!... no los sé, pero toditos les dicen "el Cholo" y "el Bala", ¡ah! y no se sofoque su señoría, están guardado desde el mismo día que armamos la balacera en Zusarte —el reo bajó su cabeza por unos instantes que no dieron tiempo al juez para que tomara la palabra— Otra cosa... quiero echar pila a todo el mundo de este tribunal... pliss, su señoría, el muerto que tiene la pistola que yo estafé al policía, no es mío, ok, ese muerto no lo puse yo.

El reo dejó de hablar, el juez quedó como quien no hubiera entendido aquel lenguaje, hizo un gesto y el acusado fue conminado a sentarse. Por un rato estuvieron testificando personas y peritos, que iban dejando pruebas en contra del detenido. En las dos horas siguientes la suerte del reo quedó sentenciada a Pena capital, dictaminó el juez. El reo no se amilanó, solo soliviantó su ánimo para decir:

—¡Sí, fusílenme... pero yo no maté a nadie! Sí, me la van a aplicar... pero por negro y bruto, yo no puse ese muerto, ese policía es un tramposo, yo no maté a nadie, hijo de puta, estafador, te voy a salir por la noche, guariguay, son toditos unos singa'os, unos matarifes, partía de hijos de puta, negro no tiene miedo a la pelona... fiana estafador, ¡singa'o!

Maniatado y a rastras fue conducido el negro, que no cesaba de gritar, hasta que una puerta apagó su voz. Entonces el juicio se dio por terminado.

Por primera vez me sentía molesto en mi abstracción existencial. No podía conciliarme con la escena del juicio. Parecía haber estado orquestado por un maestro leguleyo asociado al Malvado, a Belcebú. Es difícil descansar cuando se sabe que la vida de un hombre está a merced del tino humano que bien sabemos que no tiene medida exacta, pensaba.

Mi almaWhere stories live. Discover now