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El gris era el color que predominaba en aquel escenario, en el cual solo se mostraban la desesperación y el caos. La guerra continuaba en Hogwarts, llevándose de a poco las vidas de una gran cantidad de personas, no importa de qué bando sean. Porque es sabido que la muerte no hace distinción entre el santo o el pecador, solo te arrebata y se va.

Draco Malfoy se encontraba de pie en el gran puente de entrada al palacio, con el frío viento revolviendo sus palatinados cabellos, ahora totalmente opacos, grasientos y despeinados. Sus ojos grises, vacíos de cualquier rastro de vida, escaneaban el lugar buscando Merlín sabe que cosa. El bosque se erguía del otro lado del puente, del lado opuesto al Castillo, tenebroso y enigmático como siempre.

Las tropas restantes de Mortífagos iban a llegar en cualquier momento e iban a verse en necesitad de utilizar ese puente para llegar a Hogwarts.

Era una oportunidad perfecta para completar su serpenteante e inútil intento de redención por toda la porquería que había sido durante su vida. Su escasa cordura le impedía pensar con racionalidad, no sabía que habían más opciones que esa... misión suicida en la que estaba apunto de envolverse en aquellos oscuros momentos.

Se paró en uno de los barandales del enorme y majestuoso puente de piedra y calculó algunos objetivos en los que luego colocó determinados hechizos y demás cosas dañinas. Su puntería seguía siendo perfecta y sin ninguna desviación, aunque no podía decir lo mismo de su estabilidad mental. Draco podía sentir las voces de todas esas personas reprochándole por no tener un plan más dañino que ese.

Lo que le quedaba era realizar un simple encantamiento con la varita y listo, los Mortífagos no tendrían por donde entrar, por lo menos por un momento.

Bastante inútil, cierto era. Pero era lo más que podía hacer. Agradeció el haber podido arrebatarle su varita a Potter cuando salieron de la Sala de Menesteres antes de que caiga en pedazos. Estúpido Potter. Lo había jodido todo, el debería haber muerto junto con su condenado amigo Goyle.

Los ojos de Potter lo seguían por todos lados, estaba volviéndose loco. Más de lo que ya estaba, obviamente.
Desde sus once años para ser sincero, era algo que podía admitir ahora que ya no importaba.

Pero lo que Malfoy de veras no se esperó era el hecho de que los jodidos ojos verdes de Harry lo estén mirando en ese momento.

El azabache se encontraba caminando a paso firme hacia a él. Sus orbes esmeralda brillaban de rabia, de impotencia. Y sus cabellos negros, tan despeinados como siempre, se movían con la ventisca.

— ¿Qué mierda haces Malfoy? —la potente voz del moreno lo invadió por completo, haciendo que sus piernas tiemblen. Seguía de pie en la baranda, ahora que lo recordaba.— baja de ahí.

— No —las palabras salieron solas de los labios del rubio. Potter una vez más venía a arruinar sus planes.

— ¿Por qué no? —el contrario miró por encima del hombro de Malfoy y chasqueo la lengua con fastidio.— Estás esperando a los otros de tu grupo ¿no?

— No. —Draco estaba decidido a contestar con monosílabos al parecer.

— ¿Entonces qué haces aquí? —Potter entrecerró los ojos. El tiempo y la experiencia le habían enseñado a disimular bien ciertas emociones.

— Estoy jodido —musitó el Slytherin con sinceridad— demasiado jodido. Pero a ti aún se te puede reparar.

— ¿Qué mierda dices Malfoy? —el moreno se acercó un poco más a él con intención de bajarlo de allí.

— Quédate por aquí. Mejora las cosas. Después de todo, me has vencido en buena ley ¿verdad? —el rubio se encogió ante la proximidad del león, el cual se sorprendió por eso.— Por favor, da un paso hacia atrás.

I am DamagedWhere stories live. Discover now