Redemption. {OtaYuri/Omegaverse}

¿Qué quieres de mí?

Yuri Plisetsky no necesitaba amigos, ni conocidos.

Lo descubrió a los seis años cuando tuvo que protegerse de algunos niños alfa que comenzaron a molestarlo tan sólo por hallar que había nacido omega.

De esa manera es como a tan tierna edad, aprendió a defenderse al ser descubierto en su examen físico/médico que servía para reconocer el segundo género de cada uno de los estudiantes de la institución a la que pertenecía.

Aquellos "amigos" que pensaba él que tenía, se habían encargado de arrancarle de sus pequeñas manos, el sobre que contenía el resultado que solo debían verlo en casa junto a sus padres el cuál Yuri sostenía con devoción para que nadie le preguntara por lo que sería tarde o temprano su eterno suplicio.

Así fue como en su primera pelea, terminó golpeando a cada uno de esos indeseables infantes en lo que como consecuencia e irremediable decisión su abuelo tuvo que cambiarlo de escuela, ya sea por el bien de ellos o por la salud mental de su nieto.

Lo descubrió también a los diez años, cuando creía que su nuevo padrastro era su amigo pero sólo se preocupaba por robar a su abuelo y perderse con su madre por varios días dejándolo sólo en la casa que compartían.

Nunca entendía estos cambios extremos y tampoco como seguía confiando en el amor que prometían darle. ¿Por qué creería Yuri que el tercer quizá cuarto hombre que llevaba su madre a casa sería distinto al resto de los demás? Después de todo, ya no identificaba cuál era su verdadero padre ¿Tan siquiera supo quién era? Al ser que desde pequeño todos estos venían con la misma excusa. Y con el mismo refrán para un niño que creía en todo lo que ocurría. Sus típicas palabras de hielo "Hola Yura, soy tu nuevo padre, nos vamos a divertir juntos" con las que el peli rubio se emocionaba, terminaban por desacreditar su confianza en la gente, de tal manera que fue así como poco a poco se daba cuenta pasado el tiempo de que lo dicho sólo le traería nuevos problemas a su vida.

Aseguró también a sus quince años que no tenía necesidad de obtener personas a su alrededor, cuando estando sólo en un nuevo país, sin saber la lengua materna de sus habitantes, la gente que se le acercaba sólo lo hacía por el sexo que podría ofrecerle en sus años tiernos.

¿Para qué necesitaría amigos, si los pocos que alguna vez tuvo, llegaron a ser la mayor decepción de su vida?

Para Yuri, todo indicaba que cualquier relación de amistad estaba destinada al fracaso, por lo menos hasta sus dieciséis años donde existió una intrusa que por más que deseara no podía sacarla de su departamento. La única persona que supo que podía contar aún cuando al principio todo estaba en contra de él y las ganas de llorar a solas se encontraban presente cada día de su vida.

Al comienzo fue un completo incordio. Una mujer de cabellos rojizos que se autodenominó como Mila Babicheva, había llegado junto al que sería su próximo proxeneta y al cuál conoció después de que la persona que estaba encargada de él, lo haya entregado dos meses antes de su cumpleaños número dieciséis.

Vivió junto con su compatriota diferentes lapsos de su vida de los cuáles no podría decir que estaba orgulloso pero claramente fijó un punto de partida en su amistad, en donde se dio cuenta que ella lo salvaría no importando el momento o la circunstancias y que por estas pequeñas cosas al futuro que daba en grandes pasos en su adolescencia habría encontrado en Mila una mejor amiga, una confidente que no le exigiría demostrar lo que sentía. Una confidente que lo apoyaría en su descubrimiento de su propio ser, todo eso como si fuese una ganga de sentimientos, sin desacreditarlos ni obligarlos. Ella sabía que aunque no lo mostrase la quería, y era su comunicación sincera lo que le gustaba.

Quizá no lo esperaba, pero uno era mejor que nada y a veces peor que mucho, cosa que poco podría importarle.

Vivir muchas cosas junto a Mila, delinearon su vida más pasable en la que se daría cuenta que sólo contaba con una persona de confianza y eso era suficiente para él.