6. La Fiesta

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En la noche eterna del mundo de los espíritus, las luces que brillan no son sólo las de las almas, sino también las de los locales donde los viejos dioses descansan sus doloridos huesos. El pueblo de restaurantes que sirve de zona de recreo a los distintos espíritus y criaturas de la zona y de todo el mundo ve reflejados sus faroles y sus luces en las nubes del cielo, cargadas de agua, pero entre ambos se cierne, en la noche, una figura solitaria, observante en el balcón más alto de la enorme Casa de Baños. Un joven vestido de blanco, ojos azules y mirada fría, que observa penetrantemente los sucesos que han tenido lugar en el pueblo, y también los que tendrán lugar. A continuación, se vuelve decidido y entra al despacho desde el balcón.
- Tenías razón. – Dijo. – Se la ha comido.
- Por supuesto que sí. – Una de las manos regordetas llenas de anillos sujetaba un documento a la luz del fuego, mientras que la otra contaba el dinero que se suponía debía recibir. – Esa bruja de tres al cuarto no dejaba de mezclarse con quien no debía. Era cuestión de tiempo que alguien acabara jugándosela.
- Pero también era una bruja antigua. – Repuso el joven dragón. – Y su poder también era grande.
- Muchacho... - Un gesto de las uñas, y más allá, una pluma firmó un contrato con sangre. – El poder no sirve de nada cuando estás en tu situación... Lo importante es la astucia. Ella es poderosa, pero no lo suficientemente astuta, y ahora ha mordido más de lo que podía tragar, irónicamente.
Haku volvió la mirada a la ventana que daba al mirador, frunciendo el ceño, pensando en la situación. - ¿Y no deberíamos intervenir? La situación que está a punto de...
- ¿Intervenir? – Ella estalló en carcajadas. - ¿Es que no has escuchado nada de lo que te he dicho, muchacho? Eres bueno, chico, y eso te hace ser estúpido. – Cerró el cofrecito de las monedas de golpe, y chasqueó los dedos, creando una llamita para encenderse el cigarrillo. – Además, estoy segura de que, sea lo que sea, pueden apañárselas solos. Ve a asegurarse de que ninguno de los ineptos que tengo en nómina se meten en líos, ¿de acuerdo?
Haku la miró durante unos instantes, y luego se inclinó, obediente. – ...Y eso te incluye a ti, muchacho.

No obstante, varios pisos más abajo, las luces de la zona de restaurantes brillaban en todo su esplendor. Los espíritus comían y bebían, festejando como cada noche una nueva jornada de trabajo bien realizado. Las barcazas llegaban cargadas de la estación, y el desfile de espíritus se iba deshilachando en los distintos puestos de comida y bebida, juegos, y todo lo que un ser espiritual pueda necesitar. La música había subido de volumen y los seres, antropomórficos o no, bailaban en la calle, y fue por eso que los pies descalzos del sirviente, que resonaban con rapidez en un callejón, apenas fueran detectados por aquellos en la vía principal. Por eso, cuando el sirviente salió a plena calle, los más cercanos se sorprendieron incluso, y detuvieron la música.
"¡Está ahí!" Gritó el pobre sirviente, que había escapado por los pelos. "¡Se ha comido la mitad de nuestras cosechas! ¡Ya viene!". Tan extraño aviso sólo hizo que aumentar la curiosidad de los espíritus, que volvieron la mirada al interior del callejón, que, en comparación con la iluminada avenida principal, era oscuro como la boca del lobo. Y, en esta oscuridad, sólo la máscara del Sin Cara se distinguía en la noche, moviéndose suavemente como si caminase tranquilamente. Un Kappa, espíritu tortuga, alargó la cabeza, curioso. "¿Qué es eso...?" No había terminado la frase cuando la máscara del Sin Cara comenzó a elevarse varios metros por los aires en la oscuridad, y un enorme ojo dorado se abrió debajo de esta. La criatura avanzó, y los espíritus de fiesta pudieron distinguir una cabeza gigante, la cabeza de un gran gato negro con un ojo dorado y la máscara del Sin Cara en lugar del otro ojo. El enorme gato avanzó, bípedo, con las colas agitándose a su alrededor, y durante unos instantes, la música pareció alejarse de la escena mientras todos los espíritus lo observaban. Hasta que una de sus colas agarró al Kappa y lo elevó por los aires. "Dónde..." Su voz resonaba doble. "Dónde. Está. Mi. Cuerpo. ¡DEVOLVÉDMELO‼"

Llegados a este punto, es necesario hacer una reflexión sobre las historias de acción. Esas historias cuya característica más conocida es la presencia de uno o varios héroes que luchan contra un temible villano o un monstruo gigante, que amenaza las pacíficas vidas del lugar que sea en el que se desarrolla la acción. El héroe se levanta de entre los suyos, empuña un arma brillante y lucha contra la bestia, defendiendo a los buenos y a los inocentes del mal, consiguiendo así el agradecimiento de todos los habitantes de la región y, según la antigüedad de la historia, también una pareja con la que comer perdices, porque eso de ligar no está hecho para los héroes legendarios. Todos dirían que el personaje más importante de una historia de acción es, por así decirlo, el actor, el que empuña la espada para enfrentarse al mal, pero lo cierto es que es el villano, el monstruo o la bestia quien es imprescindible para que todo el argumento comience a rodar. Ningún héroe puede salvar a los inocentes y enfrentarse al mal si no hay un mal al que derrotar, sea cual sea su forma. Y, siguiendo ese razonamiento, es importante notar también que siempre que hay inocentes que requieren ser salvados, debe haber un mal que los amenace. Es muy importante entender esto para entender lo que ocurrió entre el Sin Cara y los espíritus inocentes de la zona de fiestas.

AbandonadoWhere stories live. Discover now