Capítulo 18. | Cállate y escucha...

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Zara Di Angelo.

Casa de Campo.

Una brisa hizo que abriese los ojos, hacía un frío que helaba la sangre. Me vi tumbada en una cama de matrimonio, con varias sábanas por encima de mi cuerpo. Una completa oscuridad dificultaba el ver dónde estaba, así que, me dediqué a buscar la ventana dónde se colaba el frío. Retiré las sábanas y apoyé mis pies descalzos en la moqueta de madera, ésta también estaba fría por lo que me recorrió un gran escalofrío al andar sobre ella. Mientras cerraba la ventana me preguntaba quién la había dejado abierta, ya que cuando me acostaba siempre solía cerrarlas.

Cuando iba a acostarme de nuevo escuché un ruido proveniente del pasillo y luego otro y otro. Con cautela caminé despacio hasta la puerta y giré el pomo suavemente hacia la izquierda, haciendo que ésta se abriese en un chasquido silencioso. La inquietud me invadió por completo cuando ante mi se alzó un largo pasillo que parecía no tener final, era extraño, incluso irreal.

Escuché de nuevo el ruido, pero esta vez un poco más cerca. Me adentré finalmente en el pasillo siguiendo aquel extraño ruido, intenté encender la luz pero para mi sorpresa no funcionaba. ¿Qué estaba pasando?

Me detuve al oír el ruido a través de una puerta, provenía de ahí. Agarré el pomo con seguridad, mi piel estaba tan helada que no notaba el metal frío. Me detuve a mitad cuando escuché con más claridad el sonido; se trataba de varios gemidos, gemidos que me resultaban bastante familiares. Espera. ¿Esa no era mi voz?

Abrí la puerta de par en par, encontrándome con una escena sumamente extraña y erótica. En la cama se encontraban dos cuerpos, uno apoyado en el cabecero con las muñecas atadas a este y el otro agachado encima pasando su lengua por sus protuberancias. Ambos estaban desnudos, iluminados por una luz tenue. Quise alejarme, pero cuando el chico se movió, ligeramente pude ver la cara de la chica. Mi mente explotó por completo, era yo, yo era la que estaba ahí. Era imposible.

El chico siguió lamiendo lentamente los pezones de ella, mientras que bajaba una de sus manos a su intimidad y comenzaba a dibujar círculos imaginarios en la parte más sensible. Los gemidos de ella —míos— llenaron la habitación, haciéndose más notables cuando éste decidió introducir uno de sus dedos, torturándo con un ritmo lento. Para ese momento mis manos sudaban, no sabía si era por la situación o porque no entendía qué hacía yo ahí. El chico sacó el dedo y no perdió el tiempo en sustituirlo por su miembro, de una estocada la penetró, provocando un gemido ahogado de la chica. Sentí un extraño calor interno, mi mente comenzaba a dar vueltas ligeramente mareada, vi como el chico le tapaba la boca mientras susurraba algo:

— Cállate y escucha... Escucha cómo llego hasta el final.

Me quedé helada al distinguir aquella voz, aquello no podía ser real. Me giré dispuesta a salir de allí cuando al pisar la madera ésta crujió llamando la atención de él. Me quedé quieta cuando lo vi girarse para verme con aquella siniestra sonrisa y mientras lo hacía, sacó de debajo de las sábanas un cuchillo con el mango de un blanco puro. Conectamos miradas justo a la vez que enterraba de un rápido movimiento aquel cuchillo en el costado de la chica que era igual que yo. Solté un grito ahogado por la sorpresa, el cuál terminó de despertarme por completo. 

ººº

Me incorporé con una rapidez increíble, una capa de sudor cubría todo mi cuerpo y mi respiración estaba agitada como si hubiese corrido una maratón. Me llevé las manos a la cara, quería cerciorarme de que esta vez todo era real y parecía que así era. Después de tranquilizarme ligeramente me puse a analizar el lugar dónde me encontraba, era una de las habitaciones de la cabaña, una pequeña y completamente diferente a la de mi sueño. Suspiré, me levanté yendo directa a la ducha, necesitaba quitarme toda esa capa de sudor. Una vez dentro dejé que la calidez del agua me abrazase y me permití pensar un poco en el sueño, había sido tan extraño y parecía tan real...Cerré los ojos sintiendo como el agua caía en cascada por mi cabeza. No podía negar que el principio del sueño me gustaba, me creaba una necesidad imperiosa de recrear esa escena, pero...Imposible, no con él.

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