ALBA.

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Llego, cierro la puerta de la habitación y dejo mis maletas sobre la cama. Me encuentro cansada, desolada, exasperada, un poco triste y, por qué no mencionarlo, también cachonda. Bastante, a decir verdad.

Cansada por el largo viaje que he realizado en el avión. 

Desolada porque la soledad, el hecho de encontrarme aquí, rodeada de estas cuatro paredes, encerrada en lo que será mi casa durante los próximos tres meses, me golpea de repente. Echo de menos a mis padres, a mi familia, a mis amigos.

Y a mi novio. O a mi ex, mejor dicho. Ese maldito gilipollas que no ha encontrado un momento más oportuno para cortar conmigo que cuando estaba subiendo las escaleras del avión.

Exasperada por la expectación, los nervios. Por la incertidumbre.

Triste por la reciente ruptura. Mi corazón tiembla, se rompe por momentos, y dudo que se quiera recomponer.

Y cachonda porque una chica de ojos marrones, pelo negro y labios rojos me ha mirado nada más entrar. Me ha inspeccionado, y sus ojos han recorrido mi cuerpo entero, de arriba abajo, primero deteniéndose en el ombligo que mi top dejaba al descubrierto y, posteriormente, en mis pechos. Poco a poco, el rubor ha llegado a mis mejillas, y de pronto he sentido cómo algo mojaba mis braguitas.

En ese momento me he dado cuenta de que van a ser tres meses cortos pero intensos. Y, sobre todo, que no tenía tiempo que perder. No podía desaprovechar esta oportunidad. Aquí aprendería a canta y, quién sabe, tal vez mejorase mis dotes sexuales.

Operación Triunfo está a punto de comenzar, y yo estoy dispuesta a ganar, sea cual sea el precio.

Triunfitos malos ©Where stories live. Discover now