Parte 11

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Transporte se pone en marcha mientras el impotente Sel grita, desgarra el silencio en el que se ha sumido el mundo con chillidos desgarradores. No le podía estar pasando, no era verdad, es todo un sueño. Su mundo, del cual se está marchando se desmorona un poco más con cada segundo que pasa.

Un nudo gigantesco en el estomago y el la mente le impiden pensar con claridad. Es todo su culpa, no sabe cómo, pero seguro que sí, debería haber subido a Transporte con Éric esta mañana, en vez de huir como la voz les había dicho, pero ya es demasiado tarde para todo eso, nunca mas va a volver a ver a su hermano, nunca va a volver a probar su comida ni ver su risa. Nada de nada.

Y cuando se le acaban los gemidos de angustia, un bloqueo total. Ya no es capaz de sentir ni pena, ya nada parece real. Cierra los ojos y Transporte desaparece, mientras siente que cae. Lo experimenta de manera tan real, aunque solo es una imaginación de su mente colapsada. No es capaz de notar el suelo. Ráfagas de aire le cortan la piel fría. Le cuesta respirar, tanto que se lleva las manos a la nariz para intentar retener el poco aire que consigue inhalar. Estira las piernas, que tensadas por el ejercicio físico de hoy protestan, sumándose a la lista de inconvenientes.

Y abre los ojos. Ahoga un grito de sorpresa que hubiese acabado con sus cuerdas vocales, tras todo lo que había pasado hoy... No era una fantasía, realmente está cayendo a plomo, y extrañamente, mientras mira hacia abajo con los brazos extendidos y el cuerpo horizontal, siente que ya le ha pasado esto.

Intentando ubicar el recuerdo se da cuenta de que no se ve el final de su caída. Está en un túnel blanco, acelerando a cada segundo que pasa. A esa velocidad, hasta el mas leve roce con la pared habría resultado fatal. Cada vez más alarmado, su cerebro procesa la información como nunca, intentando determinar cuál es la mejor posición para prepararse para el impacto. Con el viento silbándole en los oídos llega a la conclusión de que nada podrá salvarle, no importa que tipo de terreno le aguardase, al tocar el suelo se rompería hasta el último hueso. Nadie puede sobrevivir a una caída como esa.

Y seguía cayendo. Ya no es capaz de saber cuánto tiempo lleva en aquel estado y solo la fricción del aire le recuerda que sigue en movimiento. Como mínimo iba a morir, quizás en el más allá vería a ... ¿A quién se suponía que había de ver? Ya no lo recuerda, pero siente que es alguien muy importante. ¿Quién ha muerto?

Entonces, al cerrar los ojos, deja de escuchar el constante murmullo de la corriente. Las nauseas se apoderan de él y aprieta los dientes para tragarse el vómito. Pierde noción de cualquiera de sus sentidos, solo siendo capaz de notar una fuerte presión en la frente.

Y tan rápido como han llegado las sensaciones desaparecen. Abre los ojos para encontrarse sentado en el mismo lugar que el primero de sus recuerdos. Está en la sala blanca del trono vacío, solo que ahora en él hay sentado un chico rubio de pupilas como las suyas, que aparenta unos diez años. A sus pies, un joven musculado de ojos amarillos, pelo negro y piel tatuada con dragones, perforada. Se muerde la comisura del labio inferir, lo que le hiere. Tiene ojeras y los ojos enrojecidos. ¿Habrá estado llorando? ¿Por quién? Quizás llora a la persona a la cual Sel no puede recordar.

- Bienvenido a casa Sel. Legna y yo, Orgen, llevamos mucho tiempo esperándote a ti y a tu hermano. Pero veo que solo has ascendido tu – el niño lo dice decepcionado – que pena. Pero bueno, lo hecho hecho está, ahora tú serás dios, oh, pero nada como yo, solo serás un dios secundario, confinado aquí dentro, obligado a ver a aquellos que amas morir mientras te vuelves loco. Habría disfrutado más si fueses Éric, pero que remedio.

- ¿Pero no se suponía que iba a ser Éric dios? ¡Déjale revivir, te lo suplico! – el joven parece desesperado.

- Se convierte en dios quien llega con la llave, y si la llave viene sola, aunque originalmente muere cuando viene acompañada, se convierte ella en inmortal. Como no está su hermano y se parecen tanto...

Sel reconoce la voz profunda del chico de ojos amarillos:

- ¿Eres la voz oscura? – lo dice emocionado. Legna parece un poco feliz, pero angustiado de que le hayan reconocido – Pero... ¿Quién es Éric? Yo no tengo hermanos- dice Sel mientras le señala con el dedo.

Abatido Legna mira a Dios, que le devuelve la angustia con una sonrisa socarrona.

- No. Orgen, eso ha sido ir demasiado lejos.

- Mira quien lo dice. Es todo tu culpa – ni Sel ni Legna comprenden las palabras de Dios, así que explica – si no hubieses metido tus narices en todo este asunto quizás te habría dejado vivir. Quizás no le habría borrado esa parte de la memoria a Sel como hice contigo. Quizás habría resucitado a Éric. Ahora has de morir.

- ¡No! Déjame hacer compañía a Sel.

- No, lo voy a hacer. Ya es demasiado tarde, he de acabar las cosas como te dije que las iba a acabar. Que la muerte te acompañe, despojado de tus tres nombres, Alev Éric Legna.

Y mientras desaparecía ante ambos, los ojos de aquel extraño que tanto le consternaba parecían haber recordado todo mientras le miraban con tristeza, entre tu y yo, la misma con la que miró Éric a Sel cuando los niños de ojos oliva bajaron de transporte. ¡Los niños! ¿Qué habría pasado con ellos? Sel no recuerda haberlos visto en todo el día. Atemorizado por el repentino despliegue de poder y triste por la muerte de la única persona que se había preocupado por ellos... ¿Ellos? ¿Su hermano al que no recordaba? Sollozando murmura:

- ¿Qué les ha pasado a los niños que bajaron de transporte esta mañana?

Orgen le mira interrogativo y empieza a soltar carcajadas de la nada.

- ¿En serio te importan esos niños? Los maté, total, ya no me servían de nada – dice esas terribles palabras ente risotada y risotada, como si fuese lo mas normal del mundo, mientras Sel le mira estupefacto.

Cuando para de reír se hace un silencio incomodo que rompe Dios.

- Uff, pues que palo. Explicación sobre tu inmortalidad. ¡Bienvenido! Si me desobedeces acabas como Legna. Pasaras el resto de tu eternidad mirando por esa ventana – chasquea los dedos y aparece un recuadro que enseña ciudad prisma – ya te acostumbrarás a usarlo. Cada vez que alguien muera te sentirás así.

Todo su cuerpo se acalambra, mientras un sudor frio recorre su cuerpo ahogado y cubierto en llamas verdes. La piel se le cae, carbonizada y sus pulmones abrasados, vomitan agua. Cientos de cuchillas perforan su piel, retorciéndose por dentro de su cuerpo, desgarrando cada uno de sus órganos, que revientan punzada tras punzada. El niño en llamas grita un dolor que ningún mortal ha experimentado jamás. Y todo vuelve a la normalidad. Sel horrorizado se toca el cuello, que aun siente escocido y en llamas. Mira a Orgen, al cual los ojos le brillan como a un niño. Y dice emocionado:

- ¿¡Horrible verdad?! Una pequeña idea mía. Bueno ahora me he de ir a mirar que tal ha ido en el resto de los planetas. ¡Adiós Zul!

Y Sel se queda solo. Para siempre.

A un día de DiosWhere stories live. Discover now