11. El Inicio

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Un par de meses habían pasado en las que no habían dejado de hablar ni un día, pero donde los horarios desiguales y el aumento en el tren de trabajo de ambas, les había limitado el tiempo para verse. Marcela había ido unas cuantas veces al bar y Esther la había atendido en la medida de lo posible, pero la ausencia de una de las barman por un pequeño accidente que la tenía fuera de servicio, le había dificultado el poder compartir como querían.

Habían coincidido para cenar en varias ocasiones, pero todo muy rápido y sin lugar para poder intimar como esperaban, así que se podía decir, que el inicio de la relación, estaba siendo algo contrariado.

Esther se sentía mal porque sabía que el mayor obstáculo era ella y su trabajo. Siempre sospechó que su sustento de vida era incompatible con una vida amorosa y lo estaba comprobando con todo aquello. Marcela estaba siendo demasiado comprensiva, demasiado buena con ella, pero era cuestión de tiempo que se cansara de tener una relación a medias, así que cada día que pasaba, una tristeza profunda se iba anclando en su interior, al igual, que un miedo intenso.

Marcela se había convertido en su razón para sonreír cada día. Le daba esa ilusión que le permitía esperar con ansias ese mensaje mañanero que recibía a diario y ese "buenas noches" que le daba la tranquilidad necesaria para cumplir con el trabajo de cada noche. Seguía siendo dura y estricta con las reglas, pero debía admitir que se sentía más a gusto nada más de pensar en ella. Pero todo se estaba tornando tan difícil que no creía que aguantara mucho más. Debía hacer algo si no quería perderla, la pregunta era ¿Qué?

Marcela por su parte, estaba tan confundida y perdida, que se había refugiado en su trabajo. Delante de las chicas, fingía que todo iba bien, pero en el fondo, no sabía cómo lidiar con aquello. Aunque intentaba no hacerlo, era difícil no comparar su relación con la de ellas. Nunca antes le había importado salir sola con sus amigas, pero ahora que por primera vez quería compartir esos momentos con alguien a su lado, las circunstancias igual no se lo permitían.
No podía culparla, ese era su trabajo, su forma de vivir y sabía lo mucho que aquello la había alejado de la gente común, así que lo último que quería era ser parte de esas personas alejada de ella, pero era difícil. Era difícil no desear que todo fuese diferente. No desear poder ir al cine, a comer o dormirse de vez en cuando juntas. Amaba su independencia, siempre lo había hecho, pero justo en ese momento, no la quería tanto. Deseaba un poco más de ese pega pega que tenían sus amigas con sus parejas. Quería más que esos pocos momentos que podía compartir con Esther. El detalle era, que no era posible. Esos dos meses eran prueba suficiente para saberlo. Eso, y lo sucedido la noche anterior.

Perdida en sus pensamientos, Marcela estaba acostada en su sofá, con la radio encendida y una cerveza en la mano. Esa noche sería la gran noche de fiesta de Halloween en el bar, una fiesta que esperaban todo el año, pero para ella, la de ese día, había perdido todo atractivo. Las chicas no podían creer su excusa de que no le apetecía ir, por lo que insistían sin cesar, tanto, que había silenciado su celular para no escuchar ni llamadas, ni notificaciones de mensajes. Sólo quería estar sola. Pero eso no duró, pues el toque a su puerta la hizo voltear los ojos hacia atrás y maldecir en voz baja. Era tan difícil escaparse de ellas. Las adoraba, pero a veces, era casi imposible que respetaran su necesidad de aislarse.
La puerta volvió a sonar y aunque quería simplemente ignorarla, muy a su pesar, se levantó y fue a la puerta para abrir. No se equivocó, era Nicole.

- Hey _ La saludó Nicole.
- Hey _ Le respondió.
- ¿Tienes ibuprofeno?
- ¿Eh? _ Preguntó frunciendo el ceño, no se esperaba eso.
- A Daniela le duele el vientre y se nos acabó el ibuprofeno ¿puedes regalarnos un par mientras salgo a buscarle?
- Sí, creo que sí _ Le hizo señas para que entrara.

Fue directo al baño donde tenía la caja de pastillas mientras que Nicole, se quedó en la sala sentándose en uno de los sillones. En otro momento, hubiese entrado con toda la confianza del mundo, pero cuando Marcela estaba en modo "déjenme sola", ella procuraba molestarla lo menos posible.

Nunca Te Esperé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora