Cuatro meses antes

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Canal: EllayÉl

Suscriptores: 6.215.652

Título del vídeo: ¿Somos felices?


—¿Es en serio? —refunfuñó Ella sin abrir los ojos, todavía abrazada a su almohada.

—Sí —confirmó Él.

—¿Qué hora es?

—Un cuarto para las seis.

No se levantó. Se dio la vuelta y se escondió entre las cobijas.

—¡Ándale! No seas aburrida —colocó la laptop en uno de los bordes de la cama y luego se acercó a su novia con cautela—. Hay treinta mil personas que quieren darte los buenos días —susurró. Luego procedió a atacarla en sus puntos débiles: le dio un beso en la oreja, le acarició la cabellera, le hizo cosquillas por los costados, le palpó los glúteos. No recibió respuesta. Dándose por vencido se colocó nuevamente enfrente de la laptop—. ¿Qué hacemos? ¿La dejamos dormir o usamos la fuerza? —la respuesta del chat fue instantánea y unánime: "Que la fuerza esté contigo". Se echó a reír.

Sin poner resistencia, Ella se dejó cargar por su novio. Todavía envuelta en las cobijas la llevó con delicadeza hasta el balcón. Luego volvió por la laptop, la cual también trajo hasta afuera para colocarla en una repisa que estaba en la esquina del balcón para poder seguir grabando. Su novia, todavía de pie, se tambaleaba del sueño. Él se acomodó en un sillón de mimbre y la sentó en sus piernas.

—Ahora —le devolvió la mirada a la audiencia—, la pregunta es: ¿por qué estoy haciendo un directo tan temprano? ¿Por qué hice que todos ustedes se despertaran a esta hora y por qué me atreví a perturbar el sueño de mi aburrida novia? ¡Aaauch! —Contrajo las piernas y clavó los ojos en su pareja—. Eso duele, ¿sabes? Y, además —señaló la laptop—, estoy grabando, no deberías tocarme allí —Ella esbozó una sonrisa y enseguida hundió su rostro en la cobija.

El cielo todavía estaba oscuro. En el horizonte se vislumbraba una pequeña mancha naranja. Él había sacado previamente un foco de luz de la habitación para que alumbrara el sillón donde estaban ahora. También había colocado un micrófono cerca para que el sonido de las olas del mar no suprimiera su voz. Sin embargo, no había contado con la agresividad del clima. La brisa que llegaba desde el océano Atlántico era tan fría que parecía cortar la piel. Se abrigó también con la cobija.

—Ayer estuve conversando con una suscriptora —hizo una pausa para contemplar el horizonte—. Esta chica, al principio, me pareció la persona más alegre del mundo. Su forma de hablar, su risa, su humor, todo. Recuerdo incluso que, mientras hablábamos tonterías, le dije: "oye, deberías darme clases de felicidad" —soltó una carcajada—. Pero luego esta suscriptora me confesó que tenía un problema. Bueno, problema no, yo diría que es más bien como una situación extraña. Me dijo que le estaba costando disfrutar de su vida, de los pequeños detalles, de los momentos bonitos, de cualquier cosa. Y esto a pesar de que tiene una vida increíble: buen trabajo, una familia maravillosa, tiene años con su pareja, vive en un buen lugar y, por cierto, tiene el único perro en el mundo, un Golden hermoso, al cual le gusta que lo bañen —otra carcajada—. Y sin embargo me dijo que le cuesta disfrutar de todo eso. Me dijo que no le encuentra emoción a la vida, que esa fachada alegre es una mentira, un intento por ocultar su indiferencia hacia todo, que nada la hace feliz. Yo me quedé mudo, de verdad, no supe qué decirle. Es como que te encuentres a un niño en el parque jugando con sus amiguitos, corriendo, sonriendo, brincando, comiendo dulces, pasándola bien y luego el niño se te acerque y te diga que está aburrido. ¡No mames! ¿Qué se supone que uno debe responder en ese tipo de situaciones? Yo particularmente no le creí. La neta, al principio me pareció que me estaba troleando. Pero ahí seguimos hablando y me fue entrando el miedo de que fuese verdad, ¿sabes?, me empecé a preguntar a mí mismo: si todo esto termina siendo cierto, ¿qué hago? ¿Cómo ayudarla? ¿Cómo le digo a una persona que tiene una vida perfecta que la disfrute? ¿Cómo hacer feliz a quien suena como si fuera feliz?

Hubo otra pausa, esta más larga que la anterior.

—A la final no supe qué decirle. A falta de una mejor respuesta le sugerí el tratamiento de siempre: haz algo que nunca hayas hecho, rodéate de tus seres queridos, valora lo que tienes, bla, bla, bla. Luego, mientras veníamos de regreso al apartamento, le conté todo a mi aburrida novia. Le confesé lo preocupado que estaba y las ganas inmensas que tenía de ayudar a esta suscriptora. Ella tampoco supo qué hacer para ayudarla, pero me comentó algo que me preocupó aún más: me dijo que eso que le estaba pasando a esta chica no era un caso aislado; que era, incluso, algo común, algo normal. Entonces, como si acabara de ocurrir un big bang en mi cabeza, me empecé a preguntar mil cosas: ¿Cuántos de mis suscriptores estarán pasando por la misma situación? ¿Cuántos de mis amigos? ¿Cuántas personas habrá allá afuera presumiendo una felicidad que no poseen? ¿Cuántas de esas sonrisas que encontramos diariamente en Facebook o en Instagram son honestas? ¿Este exhibicionismo de la alegría que se ha puesto de moda en todas las redes sociales es todo una mentira? ¿Acaso estamos más preocupados por "parecer felices" que por realmente "ser felices"? ¿Qué pasa si toda esta felicidad virtual no es un reflejo fiel de lo que sentimos sino que es, al contrario, un delirio, un síntoma de una enfermedad llamada tristeza, indiferencia o apatía?

La última pausa la aprovechó para acariciar el cabello de Ella.

—Lo que les voy a decir es un poco atrevido y es probable que esté equivocado, pero no se me ocurre más nada: si no eres feliz, deja de aparentar que lo eres. Sé que desde pequeños hemos crecido escuchando frases como "a mal tiempo, buena cara", "muestra siempre tu mejor sonrisa", "nunca reveles tus debilidades" y cosas por el estilo pero, a la hora de la verdad, ¿estas frases nos están ayudando a ser felices o a hacerle creer a los demás que somos felices? ¿Vale la pena vivir siempre ostentando algo que es mentira? ¿Es más importante tener un Facebook lleno de sonrisas que disfrutar del día a día? ¿Qué pasa si algún día nos damos cuenta de que, así como mi suscriptora, tenemos una vida maravillosa pero no la disfrutamos, nos sentimos vacíos? Sí, el mundo entero nos ve por las redes sociales y nos aplaude, nos da "like", nos envidia y piensa enseguida que somos felices; deberíamos serlo por todo eso que tenemos y por la sonrisa que siempre está dibujada en nuestro rostro pero, ¿qué pasa si no lo somos? ¿Vale la pena? ¿No sería mejor dejar de pretender y empezar a buscar aquello que nos haga sentir bien? Sí, es cierto, suena arriesgado y quizás el cambio nos dé miedo, pero estoy convencido de que existe la posibilidad de que si dejamos de aparentar que somos felices algún día, quizás, lo seamos.

—¿No podías contarnos esto tres horas más tarde? —preguntó Ella tras varios minutos de reflexión. Todavía mantenía el rostro oculto en la cobija.

Él negó con la cabeza.

—Quería que este video tuviera un final épico, y no hay nada más épico que esto —se inclinó hacia adelante para mover la laptop de manera que la cámara apuntara ahora hacia el amanecer.   

SiamesasWhere stories live. Discover now