Parte única

70 17 4
                                    

Ayer en la noche, mientras mi mamá dormía a mi lado (compartimos cama ya que hay visitas y se están quedando en su cuarto) la escuché sollozar.

Al parecer ella, al igual que yo, creía que la otra ya estaba dormida.

Cuando escuché ese sollozo que se le escapó me alarmé.

Casi no pude creer lo que estaba escuchando; su respiración acelerada, tratando de mantener la calma, tratando de no hacer ruido...tratando de llorar en silencio.

No lo pude soportar más. Me giré y la abracé como pude.

Todo estaba oscuro, pero pude percibir su sorpresa. Yo también estaba sorprendida.

Creo que todos vemos a nuestras madres como la mujer más fuerte del planeta, como aquella que no importa que, estará ahí y será nuestro apoyo si nos estamos desmoronando. Nos abrazará y dirá que todo estará bien y le creeremos, pues esa sabiduría de madre es infalible y tarde o temprano todo volverá a estar bien y ella tendrá razón... Como siempre.

Sin embargo, en ese momento los papeles cambiaron.

Ahí estaba yo, su hija, rodeándola con los brazos, apoyando mi cabeza sobre su pecho como cuando tenía cinco años y ella a la vez apoyaba la suya sobre la mía. No podía respirar muy bien, pero no me importó. Lo único que me interesaba era hacerla sentir mejor. Ninguna de las dos dijo nada, solo nos quedamos así mientras ella seguía llorando.

Traté de no pensar que esa no podía ser la primera vez que ella lloraba así; en silencio, acostada en su cama sin hacer mucho ruido para evitar que la escuchara a través de la pared.

Recuerdo pensar, con cierta amargura, que entonces esa era otra cosa en la que nos parecíamos.

No puedo contar las veces en las que yo me acosté y no pude conciliar el sueño porque me sentía abrumada con mis problemas y terminaba llorando contra la almohada, mordiéndome el labio o cubriéndome la boca para evitar que mis sollozos se escucharan.

Debido a eso, ahora estaba preparada.

Sentí mi cabello algo mojado, así que en un susurro le dije: "Hay papel en la mesita de noche."

Lo tenía guardado para noches como esa. Uno no llora en silencio sin aprender algo. Por un segundo temí que ella se diera cuenta de que lo tenía ahí para eso. No quería que reprimiera como se sentía para preguntarme como me sentía yo.

Ella siempre iba a pensar primero en mí y luego en ella, como todas las buenas madres hacen.

No obstante, si se dio cuenta, no dijo nada. Solo se apartó para buscarlo y luego se limpió las lágrimas con él y sonó su nariz.

La escuché respirar más tranquilamente después de eso. Aunque su corazón aún latía muy rápido.

"¿Podrías perdonarme?" susurró contra mi pelo. 

Yo alcé la vista sin entender a que se refería.

Nuestros ojos ya se habían adaptado a la poca luz que entraba por la ventana desde la calle, por lo que ella pudo ver mi expresión confundida.

"Por todo lo que ha pasado últimamente." Me aclaró.

"Oh... Claro que sí." Fue lo único que pude decirle debido al nudo en la garganta que se me estaba formando.

Uno como hijo olvida que nuestras madres, primero que ser madres, son humanas. Ellas, como cualquier persona, también sufren. También fueron jóvenes como nosotros y por ende han pasado por mucho más. Y pueden tomar malas decisiones, y pueden seguir teniendo problemas, aunque nunca nos lo dicen, para no preocuparnos. Así como nosotros solemos hacerlo hasta que se vuelve inevitable.

"Todo es mi culpa."

"No, no lo es." Le aseguré.

Para ese punto, sus sentimientos se estaban reflejando en mí y había comenzado a llorar también. Tenía que permanecer fuerte para ella, ser su apoyo, así como ella siempre lo ha sido para mí.

Me repito eso mentalmente hasta que las lágrimas paran.

No es su culpa que una de sus hermanas sea hipócrita.

No es su culpa que frente a ella le diga que la ayudará y después esté lista para clavarle un puñal en la espalda, manipulando a las otras para quitarle aquello por lo que luchó.

No es su culpa haber sido utilizada por un hombre incapaz de amar.

Ella solo quería darnos a ambas un poco de seguridad. Ella solo quería sentirse apoyada...

Se siente sola, lo sé.

Siente que podría perderme a mí también, pero eso no pasará.

Le digo que nunca la dejaré.

Después de todo, ella también es a la única que tengo aquí.

"Somos nosotras dos contra el mundo." Le digo. Y es cierto.

Nos quedamos abrazadas. Al final ella se duerme primero, mientras que yo me prometo que no dejaré que nada ni nadie la siga rompiendo; que lucharé a su lado tanto como me sea posible.

Y que todo, tarde o temprano, estará bien. 

Las mamás también lloranWhere stories live. Discover now