Capítulo 14

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Si estuvieras allí, ten cuidado

Con las serpientes que aprietan el alma
Trescientos cincuenta no gracias y nadie se encoge
Vamos chica vamos, danos algo morboso
Necesitamos tu pena
Los matones ayudan a los ladrones
Mientras intentan robar las palabras de su bocaza
Toma el origen de los inocentes

¿Por qué? Déjala tranquila
Si lo hubiera sabido no lo hubiera dicho
No lo hubiera dicho si lo hubiera sabido
¿Por qué? Déjala tranquila
Si hubiera predicho las lágrimas no lo hubiera dicho
No lo hubiera dicho si lo hubiera sabido

Nuestros intentos de recordarles la cordura no nos llevarán tan lejos
No sé que es lo que quieren
No sé que es lo que quieren
Pero yo no lo tengo para dar
Ella no lo tiene para dar





Estaba sentado, con las manos entrelazadas, las piernas abiertas y la cabeza ligeramente agachada...difícilmente podía salir del estado en el que me encontraba.

Podía percibir solamente el canto melódico de los grillos, el sonido de las manecillas del reloj y el de mi respiración entrecortada.

No sabía lo que estaba pasando y tampoco me gustaría averiguarlo, todo resultaba perturbador.

Me sentía sofocado. Quien quiera que sea el que este acosando a Hope, tiene todo calculado.

Heather vino hace poco. Ella me explico las cosas que le había dicho a Hope, y que ella erróneamente creyó. Enfurecí tremendamente.

Heather se había convertido en un ser despreciable. Ella no era así, se transformo. Desde que rompimos, había dejado de ser aquella chica sensible y sarcástica que yo solía amar. Pero eso ha quedado completamente en el pasado. La gente cambia todo el tiempo, y es incorrecto que las etiquetemos.

Recordé a Andy Nicholson, un chico el cual era un gran compañero mío. El había escapado de su casa, hacía mucho tiempo. Me estremecí al oír su voz en la grabadora, era como escuchar a un fantasma.

¿Qué objetivo tiene toda esta situación? Naturalmente, esa es la cuestión.

¿Por qué y para qué?

No puedo olvidar la cara de Hope, llena de decepción y miedo. Toda ella, acongojada.

Me deshice y me tragué las desgarradoras hipótesis, que hacían que la cabeza me doliera, y agarre un cigarrillo. Me lo chupe, apretándolo con los dientes, con el humo acre penetrando mis pulmones.

Salí con rumbo a la casa de Hope. Necesitaba verla. Necesitaba protegerla. La necesitaba.

La calle estaba tan húmeda y fría, pues había llovido. Caminaba cabizbajo y con mis manos metidas en las bolsas de mi suéter. Lo único que me acompañaba era el alumbrado público, una luz cadavérica. Había mucha actividad. La gente estaba afuera de sus casas, hablando, y pasaban varias patrullas y ambulancias. Era muy extraño, pero realmente no me preocupó y lo ignoré.

Llegue a la casa de Hope, una construcción sobria y grande, ricamente pintada de color negro y blanco, con grandes ventanas y un balcón repleto de largos bambús. Muy minimalista. No era el típico estilo de las casas en Arizona, pues no iba acorde a la cultura y al clima del estado.

Toque la puerta, fría y lisa, y la señora Farnham salió.

—Oh, Alex, que sorpresa. Hace mucho que no te veía. Buenas noches -dijo, con una sonrisa ligera.

Mr. Alex Turner. La Peor Pesadilla Favorita. (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now