Perdido.

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Un chico de aproximadamente veinticinco años se encontraba de pie en uno de los edificios más altos de Madrid, sus alas negras lo delataban, eran grandes y hermosas, su nombre era Samuel de Luque, sus ojos eran marrones, pero vacíos, carentes de vida, llevaba una guadaña en su mano derecha mientras miraba las pocas iluminadas calles, él era el ángel de la muerte, claro que no era el único, habían más como él.

-Samuel, vamos, hoy estamos muy solicitados – Menciono otro de sus acompañantes mientras se situaba al lado de él.

-Lo sé –Dijo mientras abría sus alas para seguidamente volar a través de los edificios, ya llevaba la mitad de la almas y no recordaba su deseo, los otros también estaban en la misma situación, pero después de un tiempo, olvidas tu cometido en esté lugar y quedas acá por siempre, como era el caso de Abraham.

Se dirigía al lugar donde era llamado, su deber era recolectar almas, y frente a él se encontraba un accidente automovilístico, se encontraba de pie ante el ocupante de auto para seguidamente con su guadaña atravesar el cuello del chico, no haba sangre, lo que él había hecho había sido cortar el alma del chico, desligarla de su cuerpo, y así se sumaba otra más a su lista.

Después de aquel suceso se quedó vagando por las calles, nadie era capaz de verlo, al principio le había sido difícil, pero con el paso del tiempo se fue acostumbrando, incluso fue grato para él.

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Estaba lloviendo, habían pasado tres mil años desde que se convirtió en un ángel de la muerte, aun le quedaban muchas almas por recolectar pero no se rendiría para cumplir su deseo olvidado.

Se dirigía a toda prisa a aquel lugar donde lo deseaban, nunca había sentido eso en todo el tiempo que llevaba. Frente a él, bajo la lluvia se encontraba un bonito chico pelinegro, de ojos achinados, vestido con un traje blanco se encontraba llorando, irradiaba unas ganas de morir increíbles, desesperantes, lo anhelaba con todo su ser. Samuel nunca había sentido ese deseo hacia él de manera tan fuerte. El chico de encontraba llorando, las lágrimas se mezclaban con la lluvia y Samuel no pudo negarle lo que tanto deseaba, la misma acción que lo caracterizaba para quitarles el alma la uso con él, Sí bien las almas que cometían suicidio no iban al cielo, él solamente se encargaba de llevar a las almas, no podía negarse por más que quisiera.

-Te amo, Samuel –Dijo el chico antes de caer muerto. ¿Cómo sabia él su nombre? Samuel sintió una opresión en el pecho, una que no debería sentir, su confusión era inmensa no comprendía por qué aquel desconocido lo había llamado por su nombre, pero eso no era su prioridad ahora y simplemente se alejó.

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En un gran parque se encontraba un chico de aproximadamente veintiún años, vestido de blanco, las lágrimas empapaban su cara mientras el agua le calaba hasta los huesos y el frio no ayudaba mucho, pero poco le importaba, él quería dejar se sufrir, no podía aguantar un dolor tan desesperante, él lo único que quería era morir, no soportaría todo ese dolor punzante,  el viento mecía su cabello en un vaivén triste, doloroso, su nombre era Guillermo.

Amor a la muerte - Wigetta.Where stories live. Discover now